Lunes, 12 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6294.
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Hay momentos en la vida de todo político en que lo mejor que puede hacer es callarse (Abraham Lincoln)
 ESPAÑA
ANTE EL TERRORISMO / Frente al silencio que presidió la ceremonia, decenas de personas se insultaron al término de la misma / Zapatero y Rajoy se saludaron sin mirarse / Isaura Navarro dice que Vidal Quadras la llamó «gilipollas»
División y crispación en el acto de inauguración del monumento del 11-M
Frío saludo entre Zapatero y Rajoy / Una diputada de IU y un parlamentario del PP se insultan tras el grito de 'Viva el Rey' / Un familiar de las víctimas mostró un cartel contra Acebes y Aznar y fue aplaudido y abucheado por ello
RAFAEL J. ALVAREZ

MADRID. - Las dos Españas celebraron ayer el tercer cumpleaños imposible de 192 muertos insultándose a gritos, versión ciudadana de la tensión política que nació el mismísimo 11-M y camina ya a zancadas sin freno. «¡Zapatero, ladrón, tú los mataste. Socialistas asesinos!», gritó un hombre. «¡Facha de mierda. El asesino es Aznar. Viva la República!», le contestó otro. Estaban a los pies del Monumento a las Víctimas del 11-M y habían pasado sólo unos minutos del acto de inauguración, una mañana de silencio oficial que se rompió a voces, insultos y carteles. Zapatero y Rajoy se dieron la mano sin mirarse.

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Cuando aquellos dos hombres se lanzaron los gritos ya no había cordón de seguridad, ni fotos oficiales, ni protocolos que guardar, ni silencio alguno. Era la gente, la calle, españoles de domingo con su periódico doblado cual bandera con mensaje. «¡La culpa es vuestra, que estáis calentando España!», increpó un hombre a una mujer que llevaba una pegatina de la Cope en el abrigo. «¡Vosotros habéis montado todo esto, qué vergüenza!», bramó una señora señalando El País que llevaba bajo el brazo un hombre de mediana edad.

No eran dos o cuatro personas aisladas y alteradas. Eran más. Decenas de ciudadanos enfrentados durante al menos una hora en discusiones sueltas, hombres y mujeres echándose a la cara los muertos del 11-M, los de ETA, los de la Guerra Civil, la República, la dictadura de Franco... las dos Españas. «¡Los rojos son los mayores asesinos de la Historia!», agitó un jubilado. «¿Pero qué dices, facha? ¡Aznar asesino. No a la Guerra!», contraatacó un joven al que su mujer trataba de alejar del lío. Y mientras, muchos otros, la mayoría, mirando y negando con la cabeza, soltando fastidios en voz baja. «¿Pero, qué ejemplo vamos a dar a nuestros hijos?», decía un señor.

Acababa de terminar el acto institucional de homenaje a las víctimas de aquella infamia, el estreno del monumento de Atocha en recuerdo a los muertos de los trenes más tristes de nuestra historia. Habían sido 10 minutos de silencio oficial, hablado solamente por la música de El canto de los pájaros de Pau Casals.

Pero por debajo del mutismo, latió el berrido de la calentura política, ese incendio atávico que al españolito que viene al mundo ha de helarle el corazón.

Porque el mismo día en que las instituciones y las personas trataban de homenajear a los muertos de todos, el presidente del Gobierno y el líder de la oposición no se cruzaron palabra alguna. Al término del acto, José Luis Rodríguez Zapatero fue saludando a la primera fila de autoridades. Cuando llegó a la altura de Mariano Rajoy le extendió la mano. Ambos se la estrecharon sin mirarse siquiera a la cara. Después, Zapatero despidió a los Reyes y cuando regresó sobre sus pasos volvió a esquivar los ojos de Rajoy, que tampoco hizo nada por inventar las paces del día.

Ni en los minutos previos a la ceremonia ni en los momentos posteriores de corrillo, Zapatero y Rajoy hicieron intención de cruzar palabra, sonrisa o guiño que relajara este sabor a crispación que tienen los días de los últimos años.

Para cuando los dos políticos más representativos del país habían desplegado su ración de hielo, las tripas del acto oficial ya habían generado casi en secreto un exceso verbal entre Alejo Vidal Quadras (PP) e Isaura Navarro (IU).

El incidente lo revelaron primero a algunos periodistas Iñaki Anasagasti y Gabriel Cisneros, que coincidieron en lo fundamental de su relato. EL MUNDO habló luego con la propia Navarro, que confirmó el suceso.

Todo ocurrió cuando el Rey se disponía a entrar en su coche para abandonar Atocha. De entre el grupo de 1.500 víctimas y familiares a las que se había permitido el paso al perímetro cerrado salió un vozarrón: «¡Viva el Rey!». A partir de ahí, la versión de Cisneros, Anasagasti y de la propia Navarro es la siguiente:

-Isaura Navarro: Joder, qué fuerte, pues viva la República.

-Vidal Quadras: ¿Qué pasa, te molesta el Rey?

-Isaura Navarro: No, pero al Rey lo puso Franco y a Zapatero la democracia.

-Vidal Quadras: Te lo habrá puesto a ti, gilipollas.

«Estoy flipada y dolida. Había que ver con qué cara de desprecio me lo dijo. Estábamos oyendo algunos gritos de 'Zapatero dimisión y Zapatero fuera' y en eso sonó una voz fuerte que dio un viva al Rey. A mí me pareció extraño todo y dije eso de la República en voz baja, casi como un comentario. Pero este señor me insultó con un desprecio increíble. La democracia es que un monárquico como seguramente será él y una republicana como soy yo podamos compartir un acto. Pero es probable que no lo entiendan. Ellos son el poder y cuando no lo tienen se ponen muy nerviosos», contó la diputada de IU.

También de entre el grupo de familiares directos de la tragedia apareció una de las fotos con historia de la mañana. Poco después de que los Reyes depositaran una corona de flores a los pies del monumento y de que se interpretara la pieza musical de Casals, un joven -que se identificó más tarde como hermano de Marta y Nuria del Río, dos de las víctimas de los atentados de 2004- se levantó y mostró un texto del tamaño de una cartulina: 11-M. Acebes, prisión por negligencia criminal. Aznar, proceso por el Tribunal Internacional de la Haya.

La mayoría de las víctimas que le rodeaban le aplaudió. Otras le señalaron con el dedo y le abuchearon. Los servicios de seguridad se inquietaron. Hubo un pequeño revuelo de hombres trajeados ajustándose el pinganillo a la oreja por si recibían órdenes.

El joven mantuvo su grito silencioso durante un par de minutos, girando el cartel para que lo viera todo el mundo y despertando apoyos o rechazos en según qué grupos del mismo grupo. Otra vez las víctimas partidas en dos, otra vez las dos Españas.

Por ejemplo, la AVT organizó por separado concentraciones ante todos los ayuntamientos de las capitales de provincia, y en el acto de Madrid se dejó ver finalmente Pilar Manjón, presidenta de la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo, que en principio no iba a haber acudido. «La tensión verbal es expresión de la rabia contenida durante años por quienes tratan de mantener la dignidad en el recuerdo a sus muertos mientras llega la sentencia. ¿Quién puede controlar el dolor y la rabia?», decía Manjón.

Durante la ceremonia, casi todos los políticos y las víctimas mantuvieron el tipo, ese silencio requerido por quienes organizaron el homenaje, esa «música sustituta de las palabras», de la que habló después el alcalde de Madrid. No quiso decir nada Alberto Ruiz Gallardón de la pancarta ni de los gritos. «La música genera paz y tranquilidad», se limitó a responder.

Gritos a Rajoy y Zapatero

Pero también él tuvo que oír el «¡Zapatero fuera!» que salió de entre los familiares cuando el presidente del Gobierno se acercó para despedir a los Reyes. Y quien sabe si tuvo oído suficiente para cazar la voz atiplada de Vidal Quadras.

Tampoco se libró Rajoy de algunas ferocidades populares nada populares. Cuando abandonaba el lugar en su coche escoltado, varias personas le increparon al grito de «¡sinvergüenza!».

Cerca del monumento, que ya la gente estaba visitando por dentro y por fuera, se alternaban las diatribas políticas y las lágrimas personales. La madre de José Gallardo pedía «justicia» para su hijo. «Me lo han matao y nunca se había metido con nadie. Mi niño del alma... Estamos todos muertos, de psiquiatras y pastillas todo el día», decía la señora, agarrada a la mano del periodista de la RAI que la entrevistaba.

Y la ecuatoriana Lorena, con la tripa y la pierna izquierda «quemadas desde aquel maldito día», se acercó a Ruiz Gallardón. El alcalde se agachó un poco y le susurró algo. «El señor alcalde me ha dicho que vaya el lunes a verle».

Junto a las víctimas lacrimales, otras subían serenas a tocar el monumento o a dejar unas flores.

Y salpicadas entre la multitud surgían, crecían, morían y volvían a surgir discusiones mayúsculas, enfrentamientos a los que sólo les faltó llegar a las manos.

Como en Santiago de Compostela, donde la concentración organizada por la AVT terminó con un enfrentamiento entre un grupo de asistentes y un ciudadano que les llamó «fachas», informa Europa Press. Algunos de los concentrados reaccionaron con empujones y gritos de «¡golpista!». Otros asistentes y dos policías locales intermediaron en el incidente.

La temperatura política alcanzó a los móviles, que canalizaron una convocatoria por SMS para marchar «contra la manipulación Política», informa Servimedia. «Hoy hace tres años que el pueblo de Madrid supo enfrentarse a la barbarie. Mañana hará tres años que la democracia venció a la mentira. Pásalo». El mensaje caló en un centenar de personas, que se concentró de tarde en la Puerta del Sol.

Hacía unas cuantas horas que los políticos habían inaugurado un símbolo en una mañana a la que se le fue la lengua.

- ¡Estuve ayer en la manifestación y hoy aquí porque soy española! ¡Socialistas sinvergüenzas!

- No me chille. Y no se equivoque: ¡el que tiene la culpa es Aznar, que nos metió en una guerra!

- Ya, ya. ¡En las urnas os espero!

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