ANGELES ESCRIVA
MADRID.-
Dirigentes del PP y el PSOE aseguran que están dispuestos a tenderse la mano mutuamente para alcanzar el consenso y la unidad, conscientes de lo impopular que puede resultar aparecer como el gran crispador ante la opinión pública. Sin embargo, ni el lenguaje corporal ni el más genuinamente semántico indican progreso alguno al respecto. Al contrario. Tras la manifestación, ambas formaciones se han enrocado en sus posturas protagonizando un inquietante preludio a la semana que se inicia y que será testigo de los siete debates que, en un ambiente de total enconamiento, han sido convocados en el Congreso sobre la excarcelación de Iñaki de Juana Chaos, al fin y al cabo, el detonante de la actual situación.
El Gobierno ha decidido que, ni en ése ni en otros asuntos, puede permitirse el lujo de dar marcha atrás pero, por mucho que haya tratado de minimizar el seguimiento de la convocatoria del sábado, sabe que las últimas decisiones que ha tomado son rechazadas entre sus propias filas. De modo que le queda explicarlas e impedir por todos los medios que algunos de sus votantes tengan la tentación de verse identificados con el enfado capitalizado por el PP.
Ayer, los dirigentes socialistas, lejos de la quietud mostrada por el presidente horas antes, salieron en tromba para criticar la convocatoria popular. No parece que hubiera una consigna concreta y por ello se diversificaron las conminaciones, las advertencias y las críticas, gravísimas en muchas ocasiones.
El presidente del PP respondió aludiendo a la serenidad y los dirigentes de su partido, en las horas posteriores a la convocatoria, se mantuvieron en su gran mayoría en un segundo plano; pero sin moverse un ápice. Todos parecen haber entendido a la perfección lo que su jefe quiso decir cuando aseguró en la plaza de Colón que «somos una voluntad en marcha», y nadie va a poner el freno. Tampoco a algunos despropósitos.
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