Lunes, 12 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6294.
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 MADRID
Concurso
Cocineros en busca del churro perfecto
MARIA LUISA TORIBIO

QUÉ: Concurso de churros con motivo de la feria de panadería y confitería Inter Sicop

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CUANDO: Ayer por la mañana, en Ifema

INTERÉS: Los churreros eran los 'chefs' de algunos de los mejores restaurantes de Madrid

La lógica incontestable del calendario asegura que, por más sol con que nos despertáramos ayer, aún estamos en invierno. Y nada más apetecible para un desayuno invernal que chocolate con churros. Pero claro, no cualquier churro...

En Ifema, donde se celebra el salón de panadería y confitería Inter Sicop, Madrid Dulce Fusión organizó ayer un concurso de lo más peculiar. Se trataba de modelar y freír el churro de lazo sublime, el más perfecto. En ello compitieron algunos nombres dorados de la gastronomía madrileña: Alberto Chicote, Darío Barrio, Juan Pablo Felipe, Andrés Madrigal y el tándem formado por Juan Pozuelo y Paco Roncero. La masa -harina de trigo, aceite de oliva y un pellizco de sal- la preparó un nombre familiar para cualquiera que guste de las tradiciones gastronómicas: los hermanos Domingo, cuya churrería de la calle Embajadores, ahora cerrada, comenzó a funcionar en 1903.

Un pequeño lago de aceite caliente esperaba a la masa que, con la ayuda de los dedos expertos que se acercaban por riguroso turno, se curvaba y caía en el aceite con un ruido efervescente. Mientras, la boca de la máquina dispensadora o el tradicional palo de churrero luchaban, como toda la vida, contra los vapores del aceite.

La presentadora del concurso, Belinda Washington, comentaba cada jugada -«que se están quemando algunos, cuidado»- mientras el jurado se afanaba sobre cada nueva fuente de masa recién frita, calentita, que les iba llegando. La periodista Concha Crespo, la escritora Carla Royo-Villanova y los diseñadores Agatha Ruiz de la Prada y Modesto Lomba se esmeraban en la cata. Unos churros parecían muy tostados, otros demasiado pequeños...

Al final concluyeron que el mejor de todos había sido el de Andrés Madrigal, que, con gentileza, cedió la escultura que le correspondía como premio a los hermanos Domingo. Y el público se dispersó para degustar los dulces, mientras alguien entonaba la vieja cantinela infantil: «¡Churro, mediamanga, mangotero...!».

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