Lunes, 12 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6294.
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SAMUEL SANTOS LOPEZ Ministro de Exteriores de Nicaragua
«Estamos construyendo una relación de amistad sincera con EEUU»
GIONATA CHATILLARD

MADRID.- Nicaragua no está dispuesta a elegir entre George W. Bush y Hugo Chávez. Sobre todo si puede mantener buenas relaciones con ambos. «Es una cuestión muy práctica, realista y objetiva, no es algo de carácter ideológico», asegura el sandinista Samuel Santos López, de visita en Madrid tras su paso por La Haya, donde el ministro de Relaciones Exteriores representó a su Gobierno en el contencioso fronterizo que enfrenta a Nicaragua y Honduras en la Corte Internacional de Justicia.

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Hace un mes, cuando Washington instó a Managua a destruir sus misiles soviéticos, el presidente Daniel Ortega aseguró que su país tiene el derecho a mantenerlos ante la existencia de aviones de guerra en países como Honduras. «Tenemos el Ejército más pequeño y el menor presupuesto militar de la región, así que es totalmente absurdo que nos pidan que eliminemos nuestros misiles defensivos», subraya Santos, atribuyendo las críticas de EEUU a «una posición de los años 80 que algunos todavía mantienen de forma equivocada, pero que se está superando».

En aquella época, la ubicación ideológica del Frente Sandinista estaba fuera de toda duda. Apoyado por Cuba y la URSS, este movimiento de «liberación nacional» que llegó al Poder con las armas en 1979 gobernó en un clima de guerra civil fomentado por las fuerzas contrarrevolucionarias financiadas por Washington. Pero hoy todo parece diferente y la principal preocupación diplomática del nuevo Gobierno sandinista -que en noviembre recuperó el poder de la misma forma en que lo perdió en 1990, es decir, por medio de elecciones democráticas- es entablar buenas relaciones con todos los países. Incluído EEUU.

«No te voy a decir que ellos votaron para nosotros. Pero hemos iniciado un proceso de entendimiento que va por muy buen camino y [...] estamos construyendo una buena relación de amistad sincera. Un diálogo amplio, franco y directo», asegura Santos. Sin embargo, pese al tratado de libre comercio existente con EEUU, Managua también se ha sumado a la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) patrocinada por Chávez. «Es otra relación muy buena, porque es otro mercado que se abre. Venezuela nos vende petróleo en condiciones muy favorables», señala el ministro, convencido de que no hay que optar entre un modelo u otro, sino avanzar hacia una mayor integración regional, «porque la unión hace la fuerza».

«Las diferencias entre los países centroamericanos no son tan gigantescas, así que estamos abocados a la integración. Estoy absolutamente seguro de que lo vamos a lograr en un plazo relativamente corto. Ya hay un Parlamento Centroamericano y una Corte de Justicia. Y ahora estamos trabajando para realizar una unión aduanera», añade.

¿Pero no existen ahora dos formas muy distintas de entender la política en Latinoamérica? «Yo no entraría en lo ideológico. Ha habido una serie de gobiernos, se dice de derechas o neoliberales, que con sus iniciativas han aumentado los niveles de pobreza y de desgracia en varios países. Entonces, cuando surge un movimiento que tiene otro tipo de propuesta, la población decide darle su voto», afirma Santos.

Según el ministro, «el caso de Nicaragua es un buen ejemplo, porque el trabajo del Frente Sandinista en beneficio de los más pobres en los años 80 fue clarísimo. Aunque trabajar en beneficio de la mayoría desprotegida no significa trabajar en contra de la minoría protegida: lo que queremos es que se logre distribuir de forma más adecuada la riqueza, de modo que los más desfavorecidos tengan acceso a la educación, a la seguridad social y a unas mejores condiciones de vida».

Santos rechaza que la vuelta al poder del Frente Sandinista se deba a un cambio ideológico de esta formación: «Nosotros tuvimos una economía mixta cuando estuvimos en el Gobierno. Trabajamos para erradicar el analfabetismo y ofrecer trabajo a todo el mundo. Hoy seguimos promoviendo la inversión privada, trabajando para que se mejore la educación y luchando contra la pobreza extrema».

El ministro de Exteriores tampoco interpreta como una concesión a la Iglesia la decisión de apoyar la ley que, a finales de 2006, derogó el aborto terapéutico en el país: «Toda nación tiene derecho a discutir sus temas. En Holanda se terminó de hablar sobre el aborto hace uno o dos años. Y se trata de uno de los países más liberales del mundo. En esencia, nosotros defendemos la vida, en todas sus expresiones».

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