Lunes, 12 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6294.
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¡Cuánta España!
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS

No ha habido nunca en España un acto político tan hermoso como la gigantesca manifestación del sábado 10 de marzo de 2007. Nadie reunió nunca a tanta gente, salvo este mísero Gobierno para borrarla de sus sumas -que, por atravesadas, son restas- y de sus multiplicaciones -que, por malvadas, son divisiones-. Nadie ha conseguido jamás encauzar un sentimiento tan noble, tan admirable, tan emocionante como el de este sábado de marzo que me resisto a llamar pasado, porque ya es imagen presente en la memoria y el corazón de cuantos lo vivieron.

Hasta los que carecen de cualquier idea de España podrían alfabetizarse en civismo y doctorarse en estética viendo el luminoso mar de banderas desplegadas, el inmenso ondear del sentimiento español, que, como en la Guerra de la Independencia y tantas otras gestas nacidas de la entraña nacional, era la más pura expresión del pueblo llano, de ese pueblo soberano capaz de hacer y deshacer regímenes y Gobiernos, de este pueblo nuestro, bueno, malo y regular, pero más veces bueno que malo, más grande que chico, más noble que miserable, y que se niega a que los traidores que deberían representar a la nación usurpen su nombre para envilecerla.

Siempre debe la persona salvarse de la muchedumbre. Siempre la libertad debe prevalecer sobre la igualdad. Siempre tiene derecho el individuo suelto a apartarse del camino que sigue la mayoría. Sin embargo, en la trabajosa y trabajada civilización que, rodando los siglos, ha alcanzado el régimen político de las democracias liberales, de la división de poderes, del Estado de Derecho y de la inviolabilidad del ciudadano protegido por la Ley, hay que contar con la mayoría para acometer los grandes desafíos colectivos, hay que asociarse críticamente a los muchos millones de personas que hoy pueblan los grandes estados para evitar que éstos se conviertan en caníbales de las naciones que los crearon, que les dan savia y sabiduría, experiencia y memoria, calor y valor.

Y a veces, muy pocas veces, ese calor se concreta en símbolos nacionales, como la bandera y el himno. A veces, muy raras veces, la nación lleva a sus representantes políticos como en andas hasta el poder para restaurar sus derechos, su integridad, su libertad. Y nunca como este inolvidable sábado 10 de marzo de 2007 la nación española ha estado, ha sido, ha sentido, ha llorado, ha lucido tan hermosa, tan consciente de sí misma, de su valer y de su poder; nunca dos millones de personas enarbolando medio millón de banderas al viento, dejándose mecer por el fresco aire de marzo, han dado tal lección de ética y de estética, de amor a lo que nuestra nación ha sido y es y debe seguir siendo.

Habrá tiempo para analizar lo que dijo y hace Rajoy y lo que deshace Zapatero. Pero ambos son cara y cruz, haz y envés de esta gran nación nuestra. ¡Cuánta España!

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