Lunes, 12 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6294.
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 TOROS
VALENCIA, FERIA DE FALLAS
Se dicen toreros por vestirse de luces
JAVIER VILLAN. Enviado especial

Barral / Jesulín, El Cordobés y Rivera.

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Seis toros de María José Barral, el sexto devuelto, muy flojos y el segundo inválido. Justos de trapío y anovillados tercero y cuarto; cómodos de cabeza y con evidentes indicios de manipulación en las astas. Nobles; segundo y cuarto encastados. Sobrero de La Martelilla con trapío, movilidad y casta.

Jesulín de Ubrique: oreja (pinchazo y estocada) y silencio tras aviso (dos pinchazos, pinchazo hondo y dos descabellos). El Cordobés: silencio (pinchazo y estocada) y oreja con petición de la segunda (media trasera y descabello). Rivera Ordóñez: vuelta tras petición (media tendida) y aplausos (pinchazo, corta tendida y dos descabellos).

Coso de la calle de Xátiva, tercer festejo. Lleno hasta la bandera. Tarde fresca. Se guardó un minuto de silencio por la muerte del picador Ladrón de Guevara.

VALENCIA.- En consonancia con el entusiasmo que incendiaba los tendidos, los dos caballos de tiro se desbocaron y emprendieron una alocada carrera con grave riesgo para el peonaje que transitaba por allí. De resultas, aumentó el griterío. Y el palco, que se había atrincherado en una resistencia numantina, sucumbió a la petición de oreja para Jesulín.

O sea que, por accidente o premeditación, las mulillas ayudan con frecuencia a cortar apéndices auriculares. En el tercero se repitió pañolada y demanda; pero como no hubo estampida de caballos, no hubo oreja. Fue peor, porque el gentío siguió en sus trece casi a hasta la salida del cuarto y obligó a Rivera Ordóñez a dar la vuelta al ruedo. Ayer se puso el carte de «No hay billetes», cosa digna de celebración y por la cual hay que congratularse; para que luego algunos toreros renieguen del acoso de la prensa de la entrepierna. Es una prensa borde y canalla, sin duda; mas gracias a esa basura impresa o audiovisual algunos toreros están donde están.

El público, que abarrotaba los tendidos, se rompió las manos aplaudiendo. A estas horas, traumatólogos y fisioterapeutas están haciendo su agosto en Valencia; casi todos los que estaban ayer en el coso andan con manos y muñecas escayoladas a causa del traumático frenesí aplaudidor. Vas por la calle repartiendo apretones de mano y abrazos de saludo, y de golpe oyes un grito estremecedor, un ¡ay! lastimero por culpa de huesos y músculos lastimados.

Torear, lo que se dice torear, esa cosa tan rara de parar, templar, mandar y cargar la suerte, ninguno de los tres afamados diestros de ayer lo hizo; la verdad es que eso, hoy por hoy, no lo hace nadie. Mas cada vez que Jesulín de Ubrique largaba trapo proceloso, el público lo saludaba como si estuviese toreando Rafael Ortega, Antonio Ordóñez y José Tomás juntos, los tres en uno, los tres en la infinita carpa de circo que el de Ubrique utiliza como muleta.

Cada vez que Rivera Ordóñez lanceaba despegado o muleteaba fueracacho con insolente descaro, aquello se recibía como un curso de Tauromaquia dictado desde Ronda por Pedro Romero, El Niño de la Palma y Luis Miguel Dominguín. Y si era el simpático Manolo, Manuel Díaz, el que se afanaba echando por delante no la pierna, sino su sonrisa o perpetraba saltos de batracio acalambrado, parecía que era su padre, Manuel Benítez y los otros cuatro califas de Córdoba los que manejaban los trebejos de torear.

Manuel Díaz, El Cordobés brindó al cielo no sé si en memoria del picador Ladrón de Guevara o de las víctimas de los atentados de Atocha de hace tres años. Fue lo más torero de la tarde y vale por el gesto. Pero una piltrafa de toro como ése no se brinda ni a los muertos ni a los vivos. El animal no se tenía en pie, aunque eso da igual. La idea de toro bravo es aleatoria y flexible y en ella entran, con plenitud de derechos, inválidos, novillejos postrados y otros especímenes; en consecuencia, para la idea de lidia también vale el trapazo, la gurripina, el trallazo, el pingüi, el banderazo, la reolina y la madre que los dio a luz a todos: observen la delicadeza de la expresión dar a luz.

Pese a todo no crean ustedes que los tres toreros de ayer, Jesulín, El Cordobés y Rivera son iguales; Jesulín teletorea encorbado y como si tuviera un violento resorte en la muñeca; Rivera Ordóñez trata de dar solemnidad a la vulgaridad de su estilo y al revoltijo de terrenos y distancias; el buen sobrero de La Martelilla lo puso en evidencia y lo llevó como a puta por rastrojo; Manuel Díaz, El Cordobés, como no es un dechado de ortodoxia, y él lo sabe, opta por el salto de la rana.

Claro que el desbarajuste de Rivera al que le exigen banderillear sin que algunos sepamos por qué, la crispación, la falta de sitio y las miradas al tendido no son de mejor rango que el salto del batracio. O sea que, tal para cual y todos contentos: toros noblotes y toreros a la remanguillé.

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