- Pobre Machado, pobre Machado, todos queríamos mucho a Machado, pero nadie tuvo un automóvil a tiempo para sacar al poeta por Francia, salvándole de la Guerra Civil.

Ahora, miles de autocares trajeron a Madrid, plaza de Colón, a los manifestantes de fin de semana, que había de todo, patriotas ociosos, víctimas de aquello y de aquello otro, mujeres cortadas por el patrón de María San Gil, que es una gran respuesta política a la vicepresidenta, que quizá prolongaba su estancia entre las mujeres africanas que la acompañan y aplauden. Cuando Machado escribió lo de la sentencia olvidaba a las mujeres, pero uno diría que fueron evidente mayoría en la plaza de Colón y en la gran plaza que se abría en Madrid a medida que las cifras oficiales se abultaban con la llegada de Rajoy.

Lo cual que allí mismo, en aquellas cercanías, se produjo, si ustedes recuerdan, la primera gracia del niño Zapatero amachambrándose sentado ante las fuerzas republicanas de Bush, que también tiene una república y una bandera. Aquel detalle universal le ha valido a Zapatero el desdén con el desdén de Bush, que nunca ha querido saber nada del manda español.

Hombre de buen dejo, este ZP, que sonríe siempre al adversario, bien sea víctima o verdugo. Pero nuestro presidente ha caído en una complicada trampa, y dos millones y pico de nacionales han sacado la bandera del abuelo, que la sacaron para tomar Madrid y ganar la guerra.

«Una de las dos Españas ha de helarte el corazón». En la mani estaban los de las dos Españas, los que no son fanáticos de ninguna, pero después de tantas cosas siguen con el corazón ardiente y una patria grabada a fuego. Gente que no ha pasado más allá de definirse como española, de autodefinirse como justiciera y patriota. El sábado tuvimos ocasión de ver a las dos Españas machadianas en cuerpo y alma, y la cazadora de piel, ropa para un invierno de calidad que abriga los sentimientos más verdaderos y patrióticos de un idealismo de clase media que no vale menos que la pancarta social, sociosindical, para fijar los niveles de la España democrática.

El señor Rajoy ha conseguido expresar la calidad de su público con más nitidez que ZP. Esta España de buen dejo sirve para todos, o sea como un abrigo dado la vuelta, pues hasta la generación de los padres es sabido que la clase media se daba mucha maña para dar la vuelta al abrigo del abuelo y que durase otro par de inviernos. Pero no me refiero aquí al abrigo político, que también, sino al abrigo doméstico contra las pulmonías. La tarde del sábado tenía un clima de lujo popular y un dejo de haber luchado por España en la derecha y en la izquierda. Sólo un registrador de la propiedad metido a político podía acertar con eso. Los políticos profesionales, sean de izquierdas o de derechas, es que no aciertan nunca.