Hay mitos del cine que mantienen su estela aunque sea luchando a duras penas contra el paso del tiempo y los envites de la prensa del corazón. Sara Montiel, que estuvo ayer en Málaga para recibir la Biznaga de Plata a la Película de Oro por El último cuplé, es ejemplo de ello ya que soporta sobre sus espaldas años de cine, canción y leyenda alimentados por su actitud ante la vida.
La actriz se presentó de rojo fuego en ropa y uñas, y revolucionó un abarrotado Teatro Cervantes. La misma sala, aseguró Montiel, a la que fue noche tras noche como espectadora durante el rodaje en la Costa del Sol de La mies es mucha (1949).
«Estoy encantada de que, en vida y arañando, me den un premio vuestro, de aquí, porque yo ya he dicho que, después de muerta, no quiero ninguna medalla», comentó la actriz.
El halo de divinidad que forjó en sus mejores momentos de estrellato no impidió que Sara Montiel se mostrase ayer campechana y chistosa ante los periodistas. Porque hay que ser muy divina y campechana para decir sin tapujos: «Estoy buenísima para mis años, ¿a que esperábais que estuviera como una garrotita y os habéis llevado una sorpresa?».
El director Antonio Giménez-Rico, al que se le unió posteriormente en la gala de homenaje Carmen Sevilla, acompañó en la rueda de prensa a la actriz y cantante manchega, a la que describió como «más que bella, turbadora, y más que eso, perturbadora». Sobre el filme premiado en esta décima edición del festival malagueño, que supuso su salto al estrellato mundial, la que un día fue Saritísima recordó que «ningún productor quería El último cuplé, y menos si cantaba yo, porque no me conocía nadie».
«El último día, no había dinero para pagarle a la cantante de ópera que iba a interpretar las canciones, así que Juan de Orduña (director del filme) me llamó y me dijo: 'Nena, a cantar'», explicó Montiel. La aventura, no hace falta decirlo, acabó en éxito, aunque, claro, «tres tonos por debajo».
Montiel también rememoró cómo la película se hizo «la dueña del mundo entero, llegó hasta a China» a pesar de las dificultades económicas que se vivieron durante el rodaje, en el que no se podían ver las tomas una vez grabadas. Además, sufrieron la presión de tener que representar la última escena sin posibilidad de fallos... por mucho que saltara el peluquín del director en el momento cumbre.
El último cuplé se estrenó en España el 6 de mayo de 1957. Y no salió de las pantallas del madrileño cine Rialto hasta pasados 325 días. El secreto, según la intérprete de la cupletista María Luján, es haberlo hecho todo «con gusto, calor, ímpetu y deseos de que salga bien».
Unos 20 años después, Sara Montiel decidió no volver al cine. No importa. Como dijo Giménez-Rico, «ella siempre ha sido espectáculo».