María Pagés
Cante: Ana Rae Ismael de la Rosa. / Guitarras: J. Antonio Carrillo Fity e Isaac Muñoz. / Percusión: Chema Uriarte. / Cello: Batio Hangonyi. / Escenario: Círculo de Bellas Artes. / Fecha: 8 de marzo.
Calificación: ****
MADRID.- La sevillana María Pagés es un estupendo ejemplo de mujer: creadora y artista moderna; libre, preparada e inteligente. Su actuación, como representante de la danza dentro del Festival que han organizado distintas instituciones alrededor del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, lo dejó bien claro.
Escogió para esta presencia especial distintos fragmentos, algunos repetidos en varias obras. Pero no se vieron como una sucesión de bailes acertados sino como un espectáculo distinto, emocionante por su verdad. Con un hilo conductor entre ellos, más poderoso si cabe que el que las mantenía en sus lugares de origen. Ese hilo mostraba las condiciones femeninas de una de las personalidades más distinguidas y eclécticas del flamenco, que sabe de dónde viene y cuáles son sus cimientos, pero que se encuentra a sí misma en la exploración de terrenos musicales extranjeros.
Empezó, sujetos los pies a un tenue cenital, enredada en trayectorias envolventes de unos brazos que la recorren y la quiebran totalmente en mil figuras angulosas y sensuales. Se mecía en el poema Ergo uma rosa, que Saramago grabó para ella.
Luego vino el flamenco jondo, resuelto en curvas de sentimiento y cortes cabales, y la alegría del baile sevillano. Da gusto verla bailar en los adentros, allí estuvo divina, en lo serio como en lo festero, siempre activando sus centros y sus extremos, tomando el espacio, nunca forzada a seguir o a parar.
Significado y ritmo de la palabra, volvieron con la Nana de la cebolla de Miguel Hernández, cantado por Serrat: un canto a la maternidad que se vio más hermoso y cálido que nunca. Pasó también por La flor de la canela, con la ironía y pena que le pone la voz de Bolita de Nieve. Venía ésta de su primera obra, Perro Andaluz, inicio de la originalidad de esta coreógrafa, incluso socarrona al tocar el tema de la feminidad y el piropo más tradicional.
Terminó con humor, como no podía ser de otra manera, con los chispeantes ejercicios de ritmo y salero sacados de Flamenco Republic donde ella y su compañía se retan con la percusión de abanicos, zapatos y palmas. El tour de force con la jefa fue unido a otro asalto a compás tomado de La Tirana, que en su momento disputaban Pagés y el maestro Manolo Marín.
Si algo puede resumir esa mítica noche en el Círculo de Bellas Artes -plagado de la luminosidad de los colores de Africa, cuyas mujeres eran este año las protagonistas- es la fuerza con que Pagés transmitió ese particular sentido democrático y sin fronteras de su baile. Así entró por las venas de todos -y todas- los asistentes, dando el alma, asistida por una acertadísima iluminación, enmarcada por una simple cortina de fondo, que se abullonaba en hueco, y con un grupo seguro y correcto donde destacaron las voces de Ana Ramón e Ismael de la Rosa.