ANA CONDA
QUÉ: Entrega de los Premios Mayte en su XXXVI edición
CUANDO: Pasada la medianoche de ayer
POR QUÉ: La plana mayor de la escena teatral vivía una de sus noches más brillantes
Un año más viviendo en el ostracismo teatral. Si no fuera porque soy una santa ya estaba yo tomándome un buchito de Vernel para denunciar al restaurante por intoxicación y cargarme de una vez los Premios Mayte. Pero nada. Dios me dio alma de pollo. Y eso sí, un rictus que ya lo quisiera Pedro Ruiz, que no sé bien si es mala leche o estrabismo. Así que, cual mico, me tuve que tragar toda la gala haciendo vudú a los 12 candidatos. Si me hubiera llevado a la cena a Gema Ruiz, abandonada again, con unas latas de gasolina, ella resarcía su pena y a mí me hacía un trabajito divine. Pero nenas, no sé donde dejé mi celular. Mi farmatint, sí. Ya me dijo mi querido Angel Antonio Herrera que parezco Kim Novack. Y quien dice Kim, dice Leticia Sabater. Y es que si bien Yolanda Ulloa se alzó con el galardón, ella, con un cutis marrón 100% y cutícula comatosa, llegó, vio y venció. Ni siquiera la purpurina roja con la que Concha Márquez Piquer se embadurnó el escote mientras conducía a un Ramiro Oliveros en sillita de ruedas pudo atraer más mi atención que el mundo del complemento de la diva de A mediodía, alegría. Estaba claro: entre rubias andaba el juego. La Piquer combinó fucsia y rojo. Marujita Díaz que, como lleva peluca, no cuenta, también. Fucsia y rojo, así, sin metadona... Bárbara Rey prefirió el negro. Con el jamón traslúcido, pero negro. Las morenas fueron más discretas. Sobre todo, María José Cantudo, en kaftan. Betty Misiego, ése ya fue otro cantar...
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