El grupo de nuevos propietarios de la marca está encabezado por el industrial británico David Richards, emprendedor vinculado a los negocios de ingeniería y deportes del motor, así como por el financiero John Sinders, y por dos sociedades de inversión kuwaitíes denominadas Investment Dar y Adeem Investment. Al frente de la gestión permanecerá Ulrich Bez, que ha dirigido la marca desde 2000 y que el año pasado situó el listón de matriculaciones de la marca en cerca de 6.500 unidades, según Ford.

De esta forma puede decirse que Aston Martin hace el camino de retorno a Reino Unido, donde nació hace 93 años y donde aún conserva la fábrica de Gaydon, su centro neurálgico, en el que trabajan cerca de 1.800 personas. James Bond, el famoso agente secreto al servicio de su majestad y fiel cliente de los modelos más elegantes de la marca también volverá a sentirse más británico.

La venta de Aston Martin ha sido un proceso que se ha prolongado desde el pasado mes de agosto, cuando Ford anunció que sus resultados económicos para el conjunto del año serían inevitablemente desastrosos, debido sobre todo a su crisis industrial en Estados Unidos. Al término de 2006, el grupo estadounidense perdió 12.700 millones de dólares, el ejercicio más negativo de su historia, una marca que le llevó a elaborar un nuevo plan estratégico con el que salir del agujero.

A raíz de estas medidas de emergencia, el presidente de la compañía contrató a su nuevo primer ejecutivo, Alan Mulally, e inició la venta de Aston Martin, un proceso que ha corrido a cargo del banco de inversión UBS Warburg y que ha sondeado a grandes fortunas de todo el mundo como el francés Bernard Arnault, dueño de numerosas firmas de lujo.

Aston Martin cambiará de manos en el segundo trimestre del año, aunque Ford ha señalado que podría mantener una participación minoritaria en la compañía. La operación permitirá al grupo estadounidense compensar parte de su reestructuración, que supone el cierre de 16 fábricas y la eliminación de 45.000 puestos de trabajo.

La operación reducirá a tres las marcas que componen la división de vehículos de gama alta de Ford, denominada Premier Automotive Group (PAG) y que incluye ahora a Land Rover, Volvo y a la también británica, y en problemas, Jaguar.