El mismo día y casi a la misma hora, aunque distanciados algunos cientos de kilómetros, el presidente estadounidense George W. Bush y el venezolano Hugo Chávez aterrizaron la tarde del domingo en Centroamérica con discursos bien distintos, aunque con intenciones muy parecidas: fortalecer su influencia en la región.
Al mismo tiempo, los dueños de la tierra desde hace siglos, los indígenas mayas, mantienen una vigilia en las inmediaciones de la zona arqueológica de Iximché, a unos 60 kilómetros de la capital de Guatemala, ante la violación de sus lugares sagrados.
En la línea de las protestas que acompañan la gira de Bush a lo largo del continente, a los kakchiqueles les ha irritado profundamente la visita del mandatario estadounidense a la antigua ciudad maya, sede de la primera capital del Reyno de Goathemala, fundada por Alvarado en 1524. De la mano de campesinos, estudiantes e indígenas, sacerdotes mayas pidieron «respeto a los lugares sagrados» e iniciaron una «limpia de purificación» en cuanto el último de los cientos de militares que vigilaba el lugar abandonó las ruinas arqueológicas.
Bush y su homólogo Oscar Bergé se entrevistaron entonces por espacio de una hora, poco antes de que el mandatario estadounidense emprendiera su visita a México, donde concluye la gira que realiza por cinco países.
El narcotráfico
Para su única parada centroamericana, Bush escogió Guatemala, uno de sus más fieles aliados de la región, aunque un país socialmente roto y corrompido hasta el tuétano por el narcotráfico. Bajo el brazo traía el último informe del departamento antidrogas, que señala a Guatemala como el principal punto de paso de la cocaína suramericana hacia EEUU, siendo, además, el país que menos decomisa. En el haber está el Acuerdo de Libre Comercio en vigor entre ambos países y que alcanzó cifras de exportación nunca vistas, lo que convirtió la visita en una suma a partes iguales de reproches y reconocimientos.
Paralelamente, Bergé se encontró con la negativa de su homólogo a terminar con las deportaciones de inmigrantes ilegales desde Estados Unidos y que tan mal han caído en el país centroamericano. Editoriales, columnistas, oposición y líderes sociales reclaman al Gobierno una mayor contundencia para frenar las expulsiones forzadas de emigrantes en EEUU, que han dejado a decenas de familias partidas por la mitad. La última, el pasado martes en Masachussetts, donde fueron detenidos más de 300 guatemaltecos. Precisamente, el cardenal Rodolfo Quezada calificó al presidente estadounidense como un «Herodes moderno» por esta deportación. «Hoy tengo un dolor en mi corazón, y les invito a orar por estos niños y sus padres», dijo el cardenal guatemalteco durante su homilía dominical en la Catedral Metropolitana.
Pisándole los talones a Bush, Hugo Chávez se inventó una nueva escala en su ruta latinoamericana y decidió viajar desde Bolivia a Nicaragua, a pesar de que no estaba previsto.
En su tercera visita desde que Daniel Ortega ganó las elecciones en noviembre, Chávez cargó contra «el jefe del imperio». Tanto Bush como Chávez eligieron para sus giras a fieles aliados en la región, pero, mientras el sandinista estrena mandato, al presidente guatemalteco apenas le quedan unos meses.