Martes, 13 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6295.
OPINION
 
Editorial
LO QUE NOS JUGAMOS EN DARFUR

«Nunca más» fue la firme promesa que la comunidad internacional se hizo tras el genocidio que en 1994 acabó con la vida de 800.000 personas en Ruanda. Sin embargo, apenas una década más tarde, en 2003, comenzó otra campaña de asesinatos en masa en la provincia sudanesa de Darfur que se ha cobrado ya más de 200.000 vidas y ha obligado a 2,5 millones de personas a abandonar sus hogares. Está ocurriendo, de nuevo, ante los ojos de todos y la parálisis del Consejo de Seguridad de la ONU.

La misión de Derechos Humanos de la Organización no podía ser ayer más contundente al rebelarse contra esta pasividad: es el Gobierno de Sudán -asegura- el que está «orquestando y participando» en los atroces crímenes. Este grupo de observadores ha recabado terribles testimonios de abusos -niños arrojados vivos a hogueras, mujeres violadas por decenas de asaltantes, hombres descuartizados- pese a que el Gobierno de Sudán les prohibió la entrada para investigar los hechos.

Quien ha burlado esta opacidad poniendo en riesgo su vida es nuestro colaborador, el intelectual francés Bernard-Henri Lévy, cruzando la frontera por el Chad para ofrecer el sobrecogedor reportaje que hoy publicamos. Su relato recoge múltiples evidencias de cómo los yanyauids -la milicia islamista que perpetra los ataques y quema las aldeas- están muy lejos de ser meros jinetes pertrechados con armas rudimentarias. Al contrario, la utilización de sofisticados medios militares e incluso aviones para bombardear los asentamientos de Darfur revela de nuevo que el Gobierno islamista de Omar Hassan Bashir está detrás del aniquilamiento de parte de su población.

Aunque los jefes políticos de Darfur aseguran al periodista que ellos quieren un «programa democrático y laico», Levy admite que poco importa si éstos no son «modelos de virtud». Lo verdaderamente sangrante es el desequilibrio de fuerzas que está permitiendo la salvaje matanza de una población civil a la que nadie ayuda a defenderse.

En Darfur se ha puesto de manifiesto, una vez más, que seguimos sin un sistema eficaz para responder a los genocidios, las limpiezas étnicas o los crímenes contra la Humanidad. Y que regímenes como el de Sudán pueden actuar a sus anchas siempre que cuenten con algún aliado -como China- en el Consejo de Seguridad.

En todo caso, poco sentido tiene seguir explorando la llamada Alianza de Civilizaciones si, como señala el periodista, no se percibe que el verdadero conflicto se desarrolla entre los musulmanes moderados y los integristas, y nadie se inmuta cuando los primeros son masacrados por los segundos ante la pasividad de las democracias occidentales.

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