INMA MEJIAS
MALAGA.-
« Tres mujeres tienen que llevar un negocio ruinoso del padre de una de ellas». Esa frase, escrita en un mensaje de móvil desde un tren que viajaba de Alicante a Madrid dio origen a la última película de Gracia Querejeta, Siete mesas de billar francés. La directora confesó ayer esta extraña génesis del largometraje, aún en postproducción, en el Foro de Proyectos del Festival de Cine Español de Málaga.
Acompañándola en la presentación del filme estaba su padre, el productor Elías Querejeta y dos de los protagonistas, Maribel Verdú y Jesús Castejón, dos de los tres ejes sobre los que navega la acción dramática. El tercero es Blanca Portillo, para quien fue escrito expresamente su papel «con el riesgo que suponía, porque no la conocía y podía decir que no», comentó Querejeta. Completan el reparto de la que es ya la quinta película de la cineasta, entre otros, Ramón Barea, Enrique Villén, Víctor Valdivia, Lorena Vindel y Amparo Baró.
Gracia Querejeta afirmó que se trata del guión que ha escrito en menos tiempo, «teniendo en cuenta lo lenta que soy yo escribiendo» y que en esta ocasión el humor está más presente. «Esta película tiene más sentido del humor que las anteriores, que también tenían pero era más soterrado, era más ironía inglesa».
No obstante, el gran tema sobre el que basculan las historias de la película no ha variado, según sus palabras: «El gran tema es que incluso en las situaciones más tremendas se puede salir adelante, me gusta rescatar siempre a los personajes».
Por otra parte, el realizador chileno Pablo Larraín narra un viaje a través de la música y la locura en su primer largometraje, Fuga, una coproducción con participación chilena y argentina presentada ayer en la sección Territorio Latinoamericano, según informa Efe.
Según manifestó el propio Pablo Larraín, la historia «tiene que ver con la dificultad de los procesos creativos y de ser original».
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