El crimen que presuntamente cometió anteayer el asesino del Hotel Reyes Católicos pudo formar parte de una vieja rencilla. Las primeras investigaciones apuntan a dos teorías: o venía de una pelea entre varios presos, o se creó una distracción para que el interno de Aranjuez pudiera matar a su víctima.
Los hechos sucedieron en la sala de estar del módulo de presos conflictivos. La prisión Madrid IV (Aranjuez) tiene un sector dedicado a los internos que, hayan cometido crímenes terribles o no, dentro de la cárcel generan problemas y se meten en peleas. En el caso de Fernando Alberto Rivero Vélez El Loco el presunto autor del crimen, se juntaban las dos características.
Rivero Vélez mató a dos personas e hirió de gravedad a otra en 1988 en el hotel del distrito Centro. Fue juzgado y condenado a prisión, pero en su día ya protagonizó una fuga y varias trifulcas con otros presos.
Según fuentes de Instituciones Penitenciarias, los dos implicados en la reyerta estaban en la sala de estar del módulo, en la planta baja. El módulo de aislamiento de la prisión tiene una planta alta, donde están las celdas, y otra baja con el comedor y la sala. En un momento del día se organizó una pelea en la sala entre dos presos que aparentemente no tenían relación con Rivero y su víctima. Los funcionarios de prisiones acudieron a separarlos.
Entonces Rivero, que estaba al fondo de la sala, aprovechó la confusión, agarró un punzón y corrió hacia el otro implicado. Le clavó el arma primero en un costado y después en el otro. Los funcionarios, según las mismas fuentes, habían intentado separar a Rivero y al fallecido, pero entre medias se pusieron otros dos presos para que Rivero ganara tiempo.
Cuando se consiguió poner orden en la sala de estar el preso agredido ya había muerto. Los médicos de la prisión acudieron a reanimar a la víctima. También se avisó al 112, que envió médicos del Summa, que sólo pudieron certificar la muerte del interno. La víctima es un marroquí de 31 años que cumplía una condena de 13 años de prisión por varios delitos, como robo con violencia y atentado contra agente de la autoridad. Este preso también era conflictivo, pues había participado en varias peleas carcelarias y en una ocasión se le requisó un punzón similar al que le causó la muerte el pasado lunes.
El arma que mató al marroquí era lo que se define como un «objeto punzante de fabricación casera». Es decir, el preso consiguió como pudo un trozo pequeño de metal, como una parte de la hebilla de un cinturón o un clavo y le fabricó un mango. La parte punzante era pequeña, pero debió de tocar algún órgano vital del fallecido y le provocó la muerte casi en el acto.
Instituciones Penitenciarias ha abierto una investigación interna para esclarecer los hechos. En el módulo de internos conflictivos hay unos 75 reclusos. Ninguno de ellos está en celdas aisladas, sino que comparten los habitáculos. En esta parte de la cárcel hay menos presos por la peligrosidad añadida que se les presupone.
Al que sí se apartó desde el primer momento es a Rivero Vélez, que se encuentra en una celda de aislamiento. Lo próximo será una reunión de la Junta de Tratamiento, que seguramente propondrá que este preso reciba una regresión de grado penitenciario y el traslado de Vélez a otra cárcel.
Investigación policial
Los agentes de la comisaría de Aranjuez están llevando a cabo la investigación policial de lo sucedido. La versión de los hechos se está comprobando. No se descarta que la pelea previa al apuñalamiento del marroquí fuera sólo una maniobra de distracción para que los funcionarios de prisiones estuvieran ocupados. No obstante, también se investiga la posibilidad de que los implicados se hubieran peleado entre sí. Las pesquisas apuntan a que ya existía un problema entre Rivero Vélez y el marroquí, a juzgar por la decisión con que se dirigió el primero a atacar.
Rivero Vélez protagonizó hace nueve años uno de los crímenes más negros de la historia de Madrid. Pasó varios días en el Hotel Reyes Católicos, a medio camino entre la Puerta de Toledo y San Francisco el Grande. Allí estudió la manera de robar las nóminas de todos los empleados del establecimiento.
En la madrugada del 2 de julio maniató a Rubén Darío Vallina, de 20 años, a Juan Ignacio Arranz, de 37, y a la novia de éste, Margarita. Los degolló con una navaja y después disparó sendos tiros de gracia a los hombres. Margarita aún vivía, pero él pensó que no y se ahorró un cartucho.
Eso salvó la vida de la mujer y fue la perdición, pues el testimonio de la víctima ayudó a que lo condenaran a 38 años por aquel suceso. En el 99, Rivero se fugó de la Audiencia de Guadalajara, tras agredir a dos guardias civiles que lo custodiaban. Días después, los voluntarios de una organización de ayuda a los toxicómanos lo encontraron en el poblado marginal de La Rosilla. Poco después, fue reconocido y arrestado, pero nada más ingresar en prisión pegó a unos funcionarios.