El director de la agencia nuclear de la ONU, Mohamed el Baradei, aterrizó ayer en Pyongyang para tratar con las autoridades de Corea del Norte el cierre de las instalaciones nucleares y el calendario para el retorno de las inspecciones internacionales. Se trata de la primera visita al país del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), desde 2003, cuando los inspectores fueron expulsados y el régimen de Kim Jong Il abandonó el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares.
El Baradei regresará hoy por la noche a Pekín, donde a partir de mañana varios grupos de trabajo comenzarán a concretar el plan para la desnuclearización de la península coreana. El próximo lunes, los negociadores de seis países se volverán a sentar en la mesa hexagonal de la capital china, para una nueva ronda de encuentros que buscan cómo aplicar el acuerdo alcanzado el pasado 13 de febrero.
En el documento, basado en otro de 1994, Estados Unidos, Rusia, Japón, China y Corea del Sur se comprometieron a proporcionar ayuda energética a Corea del Norte, garantizar su seguridad y trabajar para la normalización de las relaciones diplomáticas a cambio de que Pyongyang «cierre y selle» el reactor de Yongbyon en 60 días.
Antes de partir para la capital norcoreana, El Baradei señaló que esperaba que las inspecciones en Yongbyon se reanudasen «a tiempo de poner en marcha el acuerdo de las negociaciones a seis bandas». Añadió que con su visita pretende que «el OIEA pueda hacer progresos en su relación con la República Democrática Popular de Corea» y que discutirá la vuelta del país al organismo internacional, aunque advirtió a la agencia de noticias china Xinhua que el proceso para normalizar las relaciones será largo.
Ayuda energética
En todo caso, su paso por Pyongyang supondrá la primera ocasión de la comunidad internacional para evaluar la seriedad del compromiso de Corea del Norte, fuera de las declaraciones de buenas intenciones hechas en los encuentros diplomáticos.
Corea del Norte provocó la condena de la comunidad internacional y la aplicación de sanciones por parte de la ONU cuando en octubre del pasado año llevó a cabo su primera prueba nuclear. Tras una serie de negociaciones fallidas, los seis países acordaron hace un mes que Corea del Norte reciba 50.000 toneladas de fuel -o ayuda económica por el mismo valor- cuando cierre el reactor de Yongbyon, y 950.000 toneladas más cuando desmantele, de forma permanente, sus instalaciones nucleares.
No obstante, en el acuerdo hay otros compromisos que para la dictadura de Kim Jong Il son tan importantes como la ayuda energética. Corea del Norte quiere mejorar sus relaciones diplomáticas con Estados Unidos, al menos hasta el punto de situarse fuera del eje del mal de Washington, y poder así resurgir del colapso económico. «Obtienes el reconocimiento diplomático, se levantan las sanciones y luego llegan los negocios», resumía ayer al diario JoongAng Ilbo un funcionario surcoreano.
La eliminación de Pyongyang de la lista de estados que según Washington apoyan el terrorismo parece en camino tras el encuentro bilateral celebrado en Nueva York la pasada semana. Pero aún queda por salvar otro escollo: la liberación de los 24 millones de dólares (unos 20,3 millones de euros) que Corea del Norte tiene depositados en el Banco Delta Asia de Macao. Estados Unidos ordenó la congelación de las cuentas por las sospechas de que eran utilizadas por Kim Jong Il para lavar dólares provenientes de actividades ilícitas.
El Departamento del Tesoro estadounidense dará a conocer los resultados de su investigación mañana, 18 meses después de dictar las sanciones financieras, aunque Pyongyang ya ha advertido que su desarme nuclear está vinculado a la posibilidad de disponer de los fondos. En el caso de Japón, el desacuerdo viene dictado por la insistencia de Tokio de incluir en la negociación bilateral con Corea del Norte el asunto de los ciudadanos japoneses secuestrados por Pyongyang, un tema que precipitó, la semana pasada, un brusco final del encuentro negociador entre ambos países.