Miércoles, 14 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6296.
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Banderita tú eres roja, ¡quiá!
ARCADI ESPADA

Los socialistas acusan a la derecha de apropiarse de la bandera española. «¡La bandera es de todos!», exclaman. No es cierto. La bandera española no es de nadie y por lo tanto huelga la acusación de apropiación indebida. Basta ver la campaña electoral francesa para comprobarlo. Todos los candidatos utilizan políticamente la bandera. Algunos de los diseños que elaboran con la tricolor son estupendos, arriesgados, muy hermosos. No se sabe que se haya escuchado el himno de España en ningún acto político importante, hasta hace dos días. Tampoco la bandera. Basta pensar en los carteles electorales. ¿Cuántos han llevado la bandera de España o, simplemente, su insinuación cromática? Es más: ¿qué presencia tienen los colores españoles (oro y sangre: están muy bien puestos) en la iconografía contemporánea? ¿Sirven para vender braguitas? O aunque sea... ¿ligueros o navajas? ¿Ha habido progresos de diseño en el uso del rojo y el gualda? Ahora recuerdo un vestido de Agatha, sí, lo estoy viendo: ¡pero es que ya no saben qué ponerse! La propia palabra gualda, ¿qué friky la pronuncia? En las tapas... ¿se ha pasado de la legendaria banderita española?

Carrillo hizo tragar a sus bases bandera e himno. Pero pronto lo escupieron, y con ellos toda la izquierda. En cuanto a la derecha, la bandera, que normalmente sirve para tapar las vergüenzas, sólo hacía en su caso exhibirlas. En España hay cientos de miles que no se sienten representados por la bandera: si los partidos decidieron ocultarla fue por razones de táctica electoral. La pedagogía sentimental en torno a ella resultó irrisoria. Y en consecuencia quedó arrinconada en un frío desván institucional. A muchos nos habría parecido de perlas sino hubiera sido por el precio: la proliferación de banderas y de obscenas dramaturgias de apropiación (ahora sí) por parte del nacionalismo combinado.

Por vez primera en mucho tiempo un partido político utiliza sentimentalmente la bandera de España. A mí no me verán, desde luego. Con las banderas me pasa lo que con el rioja: tengo el paladar acorchado. Espero que los abanderados la usen con elegancia y que piensen que incluso De Gaulle, el extremo nacionalista, solía hablar, no en nombre de Francia, sino de «una cierta idea de Francia». En cuanto a los socialistas y sus cuitas presentes, y sus desgarrones tan sentidos ante la bandera perdida, lo tienen realmente fácil. Se trata de aplicar la estrategia del lazo azul. Basta que el sábado, que me parece que hay otra vez corrida en el manifestómetro, salgan a la calle envueltos en miles de banderas españolas. Incluso embozados, yo les autorizo.

(Coda: «Yo les dije: '¿Qué va a pasar si un día salimos en manifestación en Madrid, obreros y tal, con la bandera nacional? ¿Qué va a hacer la Policía armada? Por lo menos se va a llevar una sorpresa y no va a saber qué hacer, vamos a dar un golpe de efecto'. Bueno, eso no llegó a hacerse nunca». (Santiago Carrillo, EL MUNDO, 20-XI-2000)

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