Miércoles, 14 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6296.
OPINION
 
Editorial
EL MEJOR ZAPLANA PONE EN EVIDENCIA A RUBALCABA

El debate parlamentario de ayer sobre la excarcelación de De Juana había suscitado una notable expectación tras las declaraciones de Zapatero en Marruecos, donde aseguró que el Gobierno iba a revelar «cosas que no se conocen».

La verdad es que el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, no aportó ningún elemento nuevo a lo ya expuesto por el PSOE, incidiendo en la tesis de que el Gobierno de Aznar se excedió en la concesión de redenciones extraordinarias a los presos etarras y que Mayor Oreja acercó a 43 presos durante el año y medio en que Ortega Lara permaneció secuestrado por la banda.

Rubalcaba hizo una extensa y prolija intervención, descendiendo al caso de José Ramón Artola, condenado a 327 años de prisión, que salió de la cárcel tras cumplir solamente 15 años y obtuvó redenciones de pena por hacer ganchillo. No tiene sentido entrar en una casuística de esta naturaleza porque podríamos encontrar ejemplos para todos los gustos. Pero la realidad es que, como reconoció Rubalcaba, las decisiones de política penitenciaria se tomaron en aquella etapa de forma consensuada y el propio PSOE presionó para que hubiera más excarcelaciones.

Casi todo el mundo recuerda todavía que el PP era partidario del cumplimiento íntegro de las penas de los terroristas, pero que el PSOE, aliado del PNV hasta 1998, se negó a legislar en ese sentido.

Rubalcaba abrumó ayer a los diputados con una batería de datos, pero Eduardo Zaplana, el portavoz del PP, estuvo inteligente a la hora de rebatir sus argumentos. Como subrayó con acierto, el Gobierno del PP aplicó entonces la legislación vigente casi 14 años después de Gobiernos socialistas. Además, el ministro del Interior hace trampa ahora en el cómputo de los acercamientos porque -como resaltó Zaplana- incluye todo tipo de traslados, como por ejemplo, de Canarias a la Península. Al final de aquella legislatura, había aproximadamente el mismo número de etarras en las prisiones vascas que al principio, lo que demuestra que jamás hubo acercamientos masivos.

Sólo al final de su alocución Rubalcaba se refirió a la decisión sobre De Juana, que presentó como «lo mejor para el Estado y para la democracia» y «la más firme e inteligente» para evitar «fabricar mártires». El problema es que no ha sido ésta la percepción de la mayoría de los ciudadanos, que han podido constatar cómo el Gobierno cedía al chantaje de ETA.

Zaplana cogió a Rubalcaba en un flagrante fuera de juego cuando el ministro se jactó de disponer de una propuesta para conceder el tercer grado a De Juana, lo que demuestra que la fundamentación jurídica de la «prisión atenuada» se realizó para vestir la decisión ya adoptada por el Ejecutivo.

Rubalcaba finalizó su intervención tachando de «irresponsabilidad» y «demagogia» al PP. «Ustedes mintieron para no irse y ahora pretenden volver mintiendo. ¿No se dan cuenta de su adicción a la mentira?», dijo. Zaplana, que estuvo contundente pero sereno y agudo, en una de sus mejores intervenciones parlamentarias, acusó al Gobierno de «humillarse» ante un terrorista «repulsivo» y evocó el siniestro pasado del felipismo en relación a los GAL y la guerra sucia.

En conclusión, Rubalcaba fracasó ayer en su desesperado intento de sembrar la confusión para tapar este grave error del Gobierno. Y fracasó porque, a pesar de su acreditada habilidad dialéctica, carece de argumentos para convertir lo negro en blanco. La brecha del Gobierno en este asunto con la opinión pública es hoy más grande que nunca.

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