FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS
La manifestación del 10-M sigue proporcionando un caudal casi inagotable de sugerencias y reflexiones. Algunas son lógicas, casi obligadas, y avalan lo que ya pensábamos sobre la movilización social contra las fechorías radicales de Zapatero, pero otras van en dirección contraria a lo que cabía esperar. Por ejemplo, se ha dicho que en Madrid ha renacido el llamado Espíritu de Ermua, que tras el asesinato de Miguel Angel Blanco pobló las plazas de toda España con millones de manifestantes. Yo creo que eso sólo puede decirlo la familia de Miguel Angel, admirable y entrañable, a los que tal vez reporte consuelo. Pero los hechos son distintos. Y mejoran mucho el Espíritu de Ermua.
Partamos de lo que movió a unos y mueve a otros 10 años después. Entonces, fue el secuestro, amenaza de asesinato, chantaje al Gobierno de Aznar y asesinato del concejal del PP, tras larga agonía en el hospital donde hoy entra y sale De Juana Chaos. Los medios de comunicación, en especial todas las cadenas de televisión, informaron de forma exhaustiva en los tres días aciagos, favorecieron las manifestaciones masivas y les dieron una cobertura como nunca la ha habido en España. Ahora, no hubo una sola cadena nacional de televisión, pública o privada, que favoreciera y retransmitiera la gigantesca manifestación. Peor: las controladas por el PSOE se dedicaron a tratar de desmovilizar a los manifestantes. El que ahora ha salido a la calle lo ha hecho, pues, en contra de la propaganda audiovisual, por convencimiento político y moral, mientras entonces bastaba seguir la marea informativa y emotiva del rechazo a un asesinato.
Aún más importante me parece que esa reflexión haya supuesto una decidida apuesta política. Nada de manos en blanco, concentraciones silenciosas o lemas tan absurdos como no son vascos, son asesinos, como si fueran términos antitéticos. Esta vez los símbolos eran, muy conscientemente, los de la nación española, especialmente ese mar de banderas en manos de cientos de miles de personas, muchas tan jóvenes que hace 10 años estaban aún en la escuela primaria. No seguían un impulso emotivo y masivo, sino reflexivo, político y a contracorriente. No lo han hecho para condenar un asesinato, sino para exigir que siga en la cárcel un terrorista favorecido por el Gobierno. No han salido conmovidos por el martirio y asesinato de un muchacho sino como fruto de una toma de conciencia gradual pero irreversible que se ha ido produciendo en estos tres años.
Por eso en 1997 les fue fácil a ETA y PNV, luego al PSOE, anular el Espíritu de Ermua. Esto de 2007 no lo deshace nadie. Se sabe lo que se quiere y lo que no se quiere, lo que se niega pero también lo que se afirma. La diferencia se llama España.
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