Su pasión eran los enigmas. Su don, la grandeza de ser un artista al servicio de la ciencia. Leonardo Da Vinci es, para muchos, el gran maestro del Renacimiento. Pero, y no gracias a Dan Brown, también está considerado como el precursor de muchos de los grandes inventos de la historia de la humanidad. Por ello, el Museu Marítim de Barcelona acoge desde ayer la exposición Leonardo, genio curioso, un amplio legado de máquinas e ingenios creados por el artista junto con las reproducciones facsímiles del Códice Atlántico.
La historia de este códex artificial es un acertijo más en la historia del gran Da Vinci. Un jeroglífico que la muestra ubicada en las Drassanes Reales de Barcelona ha logrado revelar gracias a la recopilación de cerca de 1.300 manuscritos, entre estudios, proyectos y dibujos de Leonardo. Según el italiano Dendena Ferruccio, comisario de la exposición, la intención de la muestra es «enseñar la riqueza de los contenidos del códice» y ayudar a comprender los años en que la ciencia moderna «daba sus primeros pasos».
A pesar de que pueda parecer una paradoja, este singular álbum no fue creado por Da Vinci, para algunos, «el gran ingeniero de lo bello». Durante la segunda mitad del siglo XVI, el escultor Pompeo Leoni recopiló gran parte de los documentos y los dividió por temáticas, creando así dos álbumes paralelos. El primero de ellos, dedicado a la anatomía humana y encabezado por el famoso boceto del Hombre de Vitruvio, se encuentra en la biblioteca del castillo real de Windsor. El segundo, enmarcado en la faceta más científica de Da Vinci, se compone del completo álbum técnico protagonista de la exposición que acoge el Museu Marítim.
El maestro italiano, sin embargo, siempre deja lugar a las sorpresas.Las páginas de este códice esconden algo más que dibujos sobre artilugios e invenciones varias hechas con carboncillo. Las escrituras, hoy casi inteligibles, demuestran que Da Vinci era zurdo. Los trazos, escritos de izquierda a derecha, dejan hueco a unos márgenes repletos de garabatos de setas, dibujadas, quizás, en la soledad de su estudio mientras esperaba la llegada de la inspiración.
Durante el resto del recorrido expositivo, acompañan al Códice Atlántico multitud de modelos de máquinas leonardinas. Algunas, como unas alas gigantes fabricadas en madera que parecen sacadas de una película de ciencia ficción, son el resultado de la obsesión del artista por poder volar. Otras, creadas por Da Vinci en las escasas ocasiones en las que tenía los pies en el suelo, pueden considerarse como predecesoras de muchos inventos actualmente necesarios para la sociedad. Una grua giratoria capaz de levantar columnas de gran peso, un modelo de escafandra que nada tiene que envidiar a las que, a día de hoy, utilizan los submarinistas expertos, e, incluso, un puente de salvamento dirigido a mejorar la logística de los ejércitos de la época. Da Vinci era un sabio, y por ello, ninguna materia lograba escapar de su ingenio.
Por último, la exposición muestra diseños actuales inspirados en proyectos de Leonardo como el motor Ferrari, el helicóptero de Agusta Westland, la bicicleta Colnalgo, dotada de fibra de carbono, y el reloj subacuático de la empresa Panerai.
