Acabó la proyección y se encendieron las luces. Un largo y sentido silencio permaneció entre los presentes: lo que acabábamos de ver nos superaba a la mayoría. Algunos, sin poderlo disimular, lanzaban lánguidos suspiros que se entremezclaban con cómplices miradas al vecino de butaca, como buscando una respuesta, un consuelo entre tanta injusticia y entre tanto dolor ajeno. Los testimonios que acabábamos de ver y oír literalmente nos habían clavado a nuestros asientos, impotentes, sin saber como reaccionar ante tanta sinrazón.
La película se llama Invisibles y la han dirigido cinco directores (Mariano Barroso, Fernando León de Aranoa, Javier Corcuera, Wim Wenders e Isabel Coixet), todos ellos movidos por un admirable esfuerzo solidario, y reunidos por iniciativa de Javier Bardem que, además, produjo el proyecto.
Al parecer, la idea le sobrevino a Javier cuando visitaba Etiopía con la intención de preparar un personaje para una película.Allí conoció enfermedades y miserias de la mano de cooperantes de Médicos sin Fronteras, los cuales, un día le dijeron algo así como: «Nosotros cuidamos de los invisibles». A partir de entonces, movido por el afán de evidenciar una serie de injusticias evitables si lo quisieran aquellos que poseen la solución, se lanzó a poner en marcha la película.
La cinta se divide en cinco piezas que hablan de personas, como por ejemplo Nora, una inmigrante que, como tantas, trabaja muchas horas en ingratas tareas, como la de cuidar a ancianos de una residencia, para así poder mandar dinero a los suyos que mueren sin remedio víctimas del Chagas, una enfermedad de origen parasitario por cuyos efectos fallecen más de 18 millones de personas al año eso sí, sin que ninguna empresa farmacéutica se digne a investigar sobre ello por no verle la suficiente rentabilidad.
O del drama de la guerra en Uganda, donde los insurgentes secuestran a niños para hacer de ellos máquinas de matar. Los testimonios estremecedores de algunos de ellos me hicieron dudar sobre la esencia del ser humano. Sin salir de Africa, otra pieza trata de la violencia sexual que sufren las mujeres en el Congo, donde son violadas una media de seis veces al día por grupos armados que campan a sus anchas
En fin. Todo esto se ha podido saber gracias a Médicos sin Fronteras, admirable organización que hace una labor de incalculable valor, cuyos miembros arriesgan sus vidas, lejos de sus familias y cobran una miseria para ayudar a gente que lo necesita. La película no es un documental sobre esta organización (no lo quisieron), que sólo aceptó ser el conductor que puso a Javier y sus directores frente a tantos y tantos «invisibles».
Quiero acabar citando un proverbio africano, simple pero lleno de contenido: «La unión en el rebaño obliga al león a acostarse con hambre.» Yo de ustedes, haría el esfuerzo de unirse al rebaño de aquellos que hemos descubierto Invisibles. Cuántos más seamos nosotros, menos «invisibles» serán ellos.