El espíritu de la obra permanecía dormido desde la infancia entre los recuerdos que el artista conservaba de su niñez en el pueblo grancanario de Valleseco, donde, como en tantos otros lugares, los entierros discurrían por un largo camino hasta el cementerio. Todos los vecinos lo recorrían en procesión siguiendo al difunto, que era portado a hombros. Se da la circunstancia de que, al estar Valleseco situado a 1.000 metros sobre el nivel del mar, en la estética de esta escena de despedida es muy habitual el paraguas para protegerse de esa llovizna que los isleños llaman «chipi chipi».

Reconoce Félix Reyes que, en varias ocasiones, había intentado plasmar en alguna obra, aunque sin éxito, la imagen de aquellos entierros y todo lo que en ella se encerraba de solidaridad, respeto y dolor. Pero fue en marzo de 2004, al día siguiente del atentado del 11-M, mientras el escultor observaba por televisión las imágenes de la manifestación de duelo que por los fallecidos recorría las calles de Madrid bajo la intensa lluvia, cuando la idea tomó forma. «Esa imagen de miles de ciudadanos manifestando su dolor en procesión, sin importarles la lluvia ni nada, esa solidaridad anónima, ese grito silencioso y casi de clausura bajo los paraguas, ese tremendo dolor puso forma a la escultura que durante tanto tiempo me rondaba».

A partir de ese momento, comenzó Félix Reyes a madurar la idea en su escondido estudio de Santa Lucía de Ocón, en un pequeño valle próximo a la capital riojana. Estudió las escalas adecuadas, las diferentes composiciones, los posibles materiales y, sobre todo, los puntos de vista más oportunos, tema clave, según el propio artista, ya que lo que permitió que la idea se abriera paso en su cabeza fue el preciso encuadre desde arriba que la televisión ofreció de la manifestación.

La escultura está compuesta por 43 modelos originales fabricados en madera y reproducidos 70 veces, cada uno en alabastrina, material que mezcla silicona y polvo de alabastro.

Solidaridad, que viajará a otros lugares de España una vez finalice su estancia en la capital riojana, se muestra a ras de suelo, sobre unas tablas teñidas en gris azulado con acabado brillante, que simula un suelo mojado, iluminada directamente desde arriba y manteniendo en penumbra el perímetro de la sala. Una proyección permite visualizar otras perspectivas de la obra, que, por su situación, no puede apreciar el visitante.

Félix Reyes Arencibia, galardonado con el premio de las Bellas Artes de La Rioja, es uno de los artistas más reconocidos de esta comunidad, su segunda tierra, donde ha ejercido gran parte de su carrera profesional como catedrático de la Escuela de Arte. Autor de numerosas instalaciones figurativas, Félix Reyes abandonó la figura aislada en los años 90 para centrar su trabajo en los grupos escultóricos, en su mayoría a tamaño natural y labrados en diferentes materiales.