«No soy un héroe». La frase la repite una y otra vez Rafael Ferrándiz, el bombero al que le tiemblan las manos cuando recuerda el 11-M, el especialista en desastres y catástrofes al que las palabras se le enredan mientras cuenta cómo rescató a los heridos del tren de Téllez, primero, y cómo sacó los cuerpos de los fallecidos, después.
«No somos duros», insiste Ferrándiz; «si lo fuéramos, no trabajaríamos en esto». Lo dice antes de hablar de los viajeros que deambulaban perdidos por los alrededores de la estación; de la puerta del vagón que voló por los aires y se empotró en el edificio de enfrente; del cuscús que se salió de algún tupperware y quedó esparcido por el suelo; de los cadáveres alineados ordenadamente en el andén.
«Aquello parecía Bosnia», asegura Ferrándiz, que tiene 23 años de experiencia en el Cuerpo. Y sigue con lo mismo: «Eso de que no nos afectan las cosas es mentira».
Porque es difícil quedarse impasible ante lo que él llama el «sonido del atentado»: un móvil que vibra de repente en un bolsillo y al que imitan, segundos después, decenas de teléfonos con melodías diferentes. Nadie los coge, nadie sabe qué hacer. Los bomberos siguen trabajando.
De hecho, se quedan en Téllez sacando a los heridos a pesar de que la Policía grita: «¡Bomba, bomba, evacuación!». Uno tiene un esguince y a otro se le ha roto un brazo, pero nadie se mueve de allí.
«Estoy convencido de que hubo gente que murió por ayudar a los demás. No, bomberos no. Gente corriente. Todo el mundo quería colaborar. Esos sí que son los verdaderos héroes».
«No se logra olvidar», se resigna Ferrándiz, a sus 46 años, mientras explica que los rescates son «complicados, violentos, sucios» y que no tienen «nada que ver con las películas de Supermán». Para poderes sobrenaturales, los de los heridos, y esa pausada dignidad que les hacía no querer molestar: «Te preguntaban con los ojos, pero no te suplicaban para que los sacaras del tren». En situaciones así, el civismo es más grande que el miedo.
Y, si no, que se lo digan a aquel que, a pesar de que acababa de perder las dos piernas, les iba susurrando a los bomberos: «No os preocupéis por mí, coged a otro, que yo estoy bien».
«Yo soy más blando que el día de la madre», sostiene este madrileño antes de afirmar, rotundamente, que lo que más recuerda del 11-M son «las caras».
«Nunca se me olvidará lo siguiente: cómo levantamos los cadáveres. Normalmente a los muertos no los miras, porque los muertos están muertos. Pero en el 11-M yo me fijé en la cara de cada uno de los 60 cuerpos que recogí. No me había pasado nunca. Ese día me sentía muy cerca de ellos, les miraba y pensaba: 'Lo siento, no puedo hacer más por ti'».
«No se pasa página», atestigua Ferrándiz, confesando que aún sueña con los trenes. «No me entiendas mal, no son pesadillas, son simplemente recuerdos. No siento horror, aunque pena sí».
«Estás tan tranquilo en casa y, de repente, te viene a la memoria otro recuerdo...», comienza Ferrándiz, otra vez, mientras asegura que, tres años después, su estado de ánimo es bastante bueno: «Si no hubiera estado allí, sería un poco más feliz. Pero no vivo el 11-M como una pesadilla, sino como una superación. Lo que más nos afectó a la mayoría de los bomberos es no saber si habíamos estado a la altura de las circunstancias. Pero creo que sí».
«No todo en este trabajo es cruzar la urbe a toda velocidad, como si fueras un caballero andante», proclama este bombero, resaltando la impotencia y la culpa que contagia a cualquier persona ante este tipo de desastres. «Es muy fácil poner una bomba», reflexiona, «pero lo complicado es asumir las consecuencias y mirar después a la cara de las madres de los que has matado. Eso sí que no son capaces de aguantarlo los terroristas».
«No lo soportamos nosotros, así que imagínate...», esboza Ferrándiz, y pone como ejemplo a algunos de sus compañeros, modelos de antihéroes como él, que lo primero que hicieron cuando llegaron a casa fue «pedir perdón a sus familias por haber asumido un riesgo tan tremendo».
«Es que no somos fuertes, te lo aseguro», vuelve a decir el subinspector de Documentación, Captación, Análisis y Explotación de Datos de los Bomberos.
A Ferrándiz, el juicio por los atentados le importa bastante poco. «No lo estoy siguiendo», confiesa. No entiendo ni de jueces ni de política. Yo sólo soy un bombero».