Jueves, 15 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6297.
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CRISIS EN EL REINO UNIDO / La revuelta de una cuarta parte del Partido Laborista contra el proyecto 'Trident' para renovar el armamento atómico es la mayor desde la Guerra de Irak / El 'premier' obtendría un 13% de intención de voto
Blair impone su plan de arsenal nuclear a pesar de la gran rebelión interna laborista
FERNANDO MAS. Corresponsal

LONDRES.- El 25% de los diputados laboristas se rebeló ayer en el Parlamento contra Tony Blair y votó en contra del plan del primer ministro para iniciar de inmediato la renovación de su arsenal nuclear, un sistema teóricamente defensivo conocido como Trident. La de ayer fue la mayor contestación interna que ha tenido que soportar el premier británico desde los debates previos a la intervención en Irak, en la primavera de 2003.

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La rebelión demuestra, una vez más, la debilidad de Blair en sus últimas semanas de Gobierno. Desde la invasión de Irak el deterioro de su imagen es mayúsculo, pero la oposición en su partido ha crecido de forma exponencial desde que el mes de julio apoyó el ataque de Israel al Líbano. Tal fue entonces la presión interna que Blair tuvo que empeñar su palabra de que durante 2007 abandonaría el Gobierno para no deteriorar más al Partido Laborista.

Pese al rechazo de un sector importante de su propio partido, Blair sacó adelante la propuesta con una amplísima mayoría, ya que contó con el respaldo incondicional del Partido Conservador de David Cameron.

Tras seis horas de debate -el tiempo máximo fijado en la Cámara de los Comunes para tratar este asunto-, 409 parlamentarios respaldaron la moción que proponía iniciar ya la renovación de la flota de submarinos Vanguard que cargan los misiles Trident D5. La medida fue rechazada por 161 diputados, lo que arrojó una mayoría favorable a Blair de 248 votos.

El plan del Gobierno, en el que a priori, se invertirán 20.000 millones de libras (unos 30.000 millones de euros), consiste en la construcción de tres o cuatro submarinos de propulsión atómica para sustituir a los actuales Vanguard, que pueden quedar obsoletos en el año 2024. Cada uno de estos sumergibles transporta 16 misiles Trident con cabezas nucleares. En la actualidad el Reino Unido cuenta con un arsenal de 200 cabezas nucleares, según datos oficiales.

Los cálculos de Greenpeace, que esta semana se ha manifestado en Londres contra este proyecto, indican que el coste será cinco veces superior. El primer ministro británico presentó durante todo el día ante la Cámara -apoyado por los ministros de Defensa, Des Browne, y Exteriores, Margaret Beckett- sus argumentos para poner en marcha el plan de forma inmediata. «Debemos tener en cuenta la opinión de los expertos. Ellos dicen que éste es un programa a 17 años vista que debemos iniciar ahora si queremos mantener [operativa] nuestra fuerza nuclear defensiva. No podemos aplazar esta decisión. Debemos tomarla ahora», explicó.

Así se entiende la necesidad, según el Gobierno y la oposición, de aprobar el plan ya que, como se ha dicho, el actual sistema se quedará viejo en 2024.

Blair reconoció que es «imposible predecir» lo que va a pasar en el futuro, pero fue precisamente sobre ese argumento sobre el que cimentó la necesidad de contar con un sistema defensivo solvente. En su día habló de la amenaza del terrorismo internacional, citando a Al Qaeda, Irán y Corea del Norte. Para el primer ministro no cabe la menor duda de que se trata de una medida imprescindible en un mundo lleno de incertidumbres.

El mejor aliado de Blair en la Cámara de los Comunes, descontada la mayoría laborista que le guardó fidelidad, fue el líder de la oposición. Cameron defendió que la discusión sobre el sistema Trident se produjera en este momento porque, como dijo el primer ministro, se tardarán 17 años en contar con los elementos necesarios para modernizar la flota de submarinos atómicos. «El momento es el correcto y hay que mantener esta fuerza defensiva por interés nacional. Como usted tiene el apoyo de los Conservadores, podemos trabajar juntos en interés de la nación», dijo Blair.

Durante las seis horas de debate, con protestas continuas a las puertas de Westminster, se sucedieron las intervenciones de diputados laboristas que rechazan la renovación del arsenal nuclear. La idea principal de los discursos contrarios -también de los liberales de Menzies Campbell- fue que mantener este sistema no ayuda a reducir la amenaza nuclear en el mundo. Más bien al contrario.

Bllair no consiguió, finalmente, disuadir a los rebeldes, pese a que Margaret Beckett tuvo un gesto hacia ellos y anunció que el Reino Unido modernizará su arsenal nuclear, pero lo reducirá un 20%.

Se sabe el número de diputados que votó contra el plan del Gobierno -161- pero no se conoce con exactitud cuántos de ellos son laboristas, aunque se calcula que serían unos 85 o 90 parlamentarios del partido del Gobierno. Teniendo en cuenta que el Partido Laborista tiene 354 representantes en la Cámara de los Comunes, la votación de ayer supone una contestación interna de en torno al 25%.

Se esparaba un castigo mayor y se especulaba, incluso, con que el Gobierno tuviera que afrontar una rebelión de magnitud superior a la que vivió en las vísperas de la Guerra del Golfo, cuando Blair se encontró con que 140 de sus diputados se negaron a respaldar la invasión de Irak.

La sesión parlamentaria de ayer se cerró con dos votaciones. En la primera estaba en juego un aplazamiento, hasta 2014, de la aplicación del plan de renovación del arsenal nuclear. Esa también la ganó el Gobierno. En este caso 413 diputados votaron en contra de postergar la medida y 167 lo hicieron a favor.


Más deserciones entre los diputados del partido de Blair

F. M.

LONDRES.- Los parlamentarios británicos estaban sometidos, en la votación de ayer sobre la renovación de su sistema de defensa nuclear, a la disciplina de voto. Todos los que en las filas laboristas se opusieron al plan de su jefe, Tony Blair, pueden ser sancionados. Algunos de esos rebeldes decidieron, además, dejar los puestos relevantes a los que estaban asignados. Por coherencia con el sentido de su voto, contrario al Gobierno al que, en teoría, respaldan.

Si al principio de la semana se habían producido dos dimisiones, en la tarde de ayer se registraron otras tantas. El primero en presentar su renuncia fue Stephen Pound, diputado y secretario parlamentario de Hazel Blears, presidenta del Partido Laborista. Pound abandonó ayer por la tarde este cargo para poder votar con absoluta libertad en contra de la modernización del sistema de misiles Trident.

«Soy y seré un gran defensor de este Gobierno. Respaldaré todas las iniciativas que presente en otras materias» que no tengan que ver con las armas nucleares, dijo el diputado laborista. «Lo apoyo [al Ejecutivo] en otras decisiones, pero no creo que renovar el programa nuclear haga al mundo más seguro», agregó.

Poco después, se anunció la de Chris Ruane, que presentó su renuncia como alto cargo del Ministerio para Irlanda del Norte. Ruane, asesor de Peter Hain, titular de este departamento, indicó que su salida era obligada, ya que su voto sería contrario a la postura oficial.

El martes había tomado el mismo camino Jim Devine, asesor del Ministerio de Sanidad, mientras el lunes había sido Nigel Griffith, adjunto al líder de la Cámara de los Comunes, Jack Straw, quien presentó su dimisión con «gran pesar pero con la conciencia tranquila» al saber que era el camino correcto para poder oponerse al plan del Gobierno. «Yo he servido al Gobierno de manera leal, pero creo que el mundo debe caminar hacia la erradicación de la amenaza nuclear y nosotros debemos dar ejemplo», argumentó el diputado de Edimburgo.

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