Antes de su despedida oficial, el presidente francés, Jaques Chirac, advirtió en Bruselas contra «la división de Europa» por el escudo antimisiles que EEUU planea instalar en Polonia y la República Checa. Pero a la UE ahora no le importa tanto la fractura habitual como el no tener voz en una controversia que se intenta desviar hacia la OTAN.
Mañana, la canciller Angela Merkel visitará a los gemelos Kaczynski, presidente y primer ministro polacos, para tratar de razonar con los rebeldes vecinos sobre las muchas polémicas que los separan -desde el bloqueo al acuerdo con Rusia hasta su oposición a la Constitución Europea- e intentará convencerles de que el escudo se discuta, al menos, dentro de la Alianza Atlántica para no enervar a los socios rusos.
La Administración Bush repite que el único motivo del sistema es la defensa de ataques de Irán o Corea del Norte, pero el Gobierno Putin rebate que instalarlo en su frontera es una clara amenaza. La seguridad absoluta de EEUU, en ese frente, supone la inseguridad absoluta para los ex soviéticos. El presidente ruso, que se reúne hoy con Merkel en Hannover, ya ha amenazado con retirarse de acuerdos de no proliferación nuclear y reforzar su sistema de ataque, lo que podría perjudicar a sus vecinos más cercanos, como los polacos (el escudo en Polonia sería capaz de avisar de la existencia del arma, pero no de destruirlo si va contra su propio territorio).
Pero, mientras estadounidenses, alemanes y polacos negocian por su cuenta, el resto de la UE se inquieta, sobre todo, por la falta de información y consulta sobre un proyecto que afecta a la seguridad de su continente y que, por cierto, no cubrirá el Sur de Europa. Si los europeos entrarán en el debate, el plan podría modificar la ubicación del escudo.
«Las cosas no se hacen así en la UE. Un país no puede tomar decisiones de defensa sin consultar o informar al resto... Los europeos queremos hablar del escudo, a lo mejor sí nos interesa», explica un diplomático meridional.
Si los 27 empiezan la discusión, es difícil saber cómo la cerrarán. Los países del Este de la vieja órbita soviética desconfían de las intenciones del Kremlin y temen que no se haya olvidado de su pasado expansionista, por lo que lituanos y húngaros están más que dispuestos al escudo. Otros, como Luxemburgo o Austria, se oponen con fuerza. «Nunca tendremos estabilidad en Europa si empujamos a Rusia a una esquina», se quejaba el ministro de Exteriores luxemburgués, Jean Asselborn. Según Javier Solana, jefe de Política Exterior de la UE, la necesidad del sistema en el continente es «cuestionable».
La canciller alemana pretende que el debate se traslade a Bruselas, pero no a la sede de las instituciones de la UE, sino al cuartel general de la Alianza Atlántica. «Nosotros, y le diré esto a Polonia, preferiríamos una solución dentro de la OTAN y también una discusión abierta con Rusia», dijo en la televisión polaca. Pero en el «nosotros» ni siquiera está claro que entre toda su gran coalición, ya que socialdemócratas y una parte de democristianos insisten en que el debate sea dentro de la UE. Merkel, que preside este semestre a los 27 quiere, según fuentes comunitarias, evitar otro complicado debate durante su turno.
Mientras tanto, la OTAN prefiere esperar. «No vamos a entrar de ninguna manera en estas charlas bilaterales», dijo, esta semana, el portavoz, James Appathurai. «Necesitamos asegurar la indivisibilidad de la seguridad... asegurar que no hay equipos A y equipos B cuando se trata de la protección», añadió. En junio, la OTAN presentará un estudio sobre la posibilidad de un escudo propio en Europa, al que, de momento, los ministros continentales se han resistido por el coste.
Estados Unidos no tiene, en cambio, ningún problema con pagar los 58.000 millones de dólares que costaría el suyo, uno de los argumentos que utiliza en su campaña de presión. El director de la Agencia de Misiles de EEUU, Henry Obering, llegó ayer a Alemania para subrayar en su tour europeo -pasará por Ucrania y Francia- que ni la batería antimisiles en Polonia ni el radar en la República Checa estarían dirigido a los rusos. «Estamos contentos con esta oferta de información, y creemos que este será el comienzo de otra ronda de consultas intensivas sobre éste asunto», dijo un portavoz alemán. Lo que no especificó es dónde. De momento, las consultas se quedan en Berlín y en Varsovia.