Jueves, 15 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6297.
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El factor E
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS

En su proceso de liquidación del Estado nacional español y de cualquier Estado más o menos plurinacional, porque ningún Estado sobrevive a la claudicación ante el terrorismo, Zapatero no ha tenido en cuenta muchos factores, pero entre ellos el más importante ha sido, es y muy probablemente seguirá siendo en el futuro el factor España; por abreviar al gusto esemesino, el factor E. Zapatero ha prescindido de la idea y del sentimiento de España al rendirse a los enemigos de nuestra nación que no son pocos: desde todos los pistoleros de Perpiñán a los antidemócratas del Tinell, pasando por esa progresía ricachona de los polancos y cebrianes que se avergüenzan de España o la desprecian porque la consideran muy por debajo de su cosmopolitismo de rebajas, de su europeísmo caribeño de todo a cien. «País de cabreros», decía un literato zoquetín de la estirpe benetiana hace treinta años, cuando empezaba a andar la democracia y aún no reinaba la sumisión intelectual bobelia. Pero entre cabreros y cabritos, mejor cabreros.

Pero el factor E se ha convertido tras la gigantesca manifestación del 10 de Marzo, si es que alguna vez había dejado de serlo, en ingrediente esencial de la política española. No digo siquiera nacional. Simplemente, la que aspire a mandar -gobernar va a resultar muy difícil- en las máximas instituciones representativas. Esa aspiración de permanencia ilimitada en el poder es la razón de ser esencial del PSOE, cuya única argamasa ideológica es el odio a la derecha, mezclado con ese odio a la nación española que viene de antiguo y cuya razón última es que nuestra apabullante Historia no permite el adanismo ni la tabla rasa. Tampoco a la derecha, ojo, pero la izquierda lo lleva fatal.

La última vez que Zapatero y sus titiriteros montoneros se echaron a la calle no llevaron más bandera nacional que una de la Segunda República, en la negación de cuya amarga experiencia se ha fundamentado el régimen constitucional que rige desde 1978. El resto era una especie de babero blanco de uniforme para salir en la tele, con la paz que imploraban a los etarras como único argumento capaz de imantar muchedumbres.

El miedo es, sin duda, un argumento de poder, pero del que lo motiva, no del que lo padece. Frente al miedo, está la unión defensiva de la tribu frente al agresor. En las sociedades modernas, está ese depósito de afectos, ideas e intereses a la que llamamos nación. Y por mucho que haya decaído en una parte de la derecha política y en buena parte de la izquierda política, social y cultural, la idea de España y, lo que es aún más poderoso, el sentimiento nacional está vivo, o renacido, o resucitado en el pueblo llano y soberano. Al que desdeñe el factor E, la fórmula de laboratorio le estallará en la cara.

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