Viernes, 16 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6298.
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Reclamar el uso de las dos lenguas oficiales no es intolerancia

En el oasis político catalán, la discrepancia no es bienvenida, y si se refiere a la lengua, es directamente descalificada. Es lo que sucedió ayer en el Parlament. Los tres diputados de Ciutadans, acostumbrados a predicar sobre el bilingüismo en el desierto parlamentario de la Ciutadella, vieron como, de nuevo, se desacreditaba una propuesta para garantizar la libertad lingüística de los ciudadanos sin un solo argumento de peso, sólo con palabras gruesas.La propuesta de Ciutadans, defendida por su presidente, Albert Rivera, reclamaba nada más y nada menos que «favorecer la relación de la Administración con los ciudadanos en las dos lenguas oficiales».Una petición coherente con el hecho de que la mitad de los ciudadanos de Cataluña son catalanohablantes y la otra mitad, castellanohablantes.La iniciativa de Rivera, ajustada a Derecho pero que en Cataluña no se cumple, fue rechazada por el resto de grupos, con la única excepción del PP, con descalificaciones, sin argumento alguno.El diputado de ICV-EUiA Francesc Pané, por ejemplo, se burló del redactado de la moción, que calificó de «sintaxis tortura», mientras que Carles Puigdemont, de CiU, acusó a Ciutadans de «presumir de intolerancia lingüística» y de confundir «los intereses de unos pocos ciudadanos con la propia ciudadanía». Se equivoca el diputado nacionalista. Ni defender el uso de las dos lenguas oficiales en Cataluña puede calificarse de intolerancia ni son unos pocos los ciudadanos que quieren utilizar su lengua ante la Administración. Lo realmente intolerante es pensar que en Cataluña sólo hay una lengua, como han hecho históricamente los gobiernos de CiU y parece dispuesto a perpetuar el tripartito de Montilla.

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