El desacuerdo sobre la nueva ordenación territorial de Cataluña -la conversión de las provincias en vegueries- podría desempantanarse a finales de esta legislatura. El conseller de Governació, Joan Puigcercós, asegura que ha dado con la fórmula mágica para implantar el nuevo modelo sin causar traumas y añade que su idea ha sido aceptada por el presidente de la Generalitat, José Montilla.
Gracias a la solución de Puigcercós -cuyos pormenores se conocerán después de las elecciones municipales- el tripartito podrá sacar del cajón un asunto que, a priori, parecía condenado a ser aplazado sine die por resultar casi imposible conjugar los intereses de los socialistas con los de Esquerra.
El cambio de modelo territorial ha pasado de ser un deseo para convertirse en una obligación. El anterior presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, impulsó la reforma, que nunca llegó a materializarse.Pero el nuevo Estatut recoge en su artículo 83 que «Cataluña estructura su organización territorial básica en municipios y vegueries», lo que obliga al legislador a suprimir las actuales provincias y dibujar un nuevo mapa de Cataluña dividida en vegueries.
Pero la cosa no es tan fácil como parece porque los alcaldes -la mayoría socialistas- de la zona metropolitana de Barcelona no tienen ningún interés en ver cómo cambian las fronteras internas de Cataluña, pues esa modificación podría comportar un desequilibrio en el actual reparto del poder municipal.
En el pacto de constitución del nuevo tripartito quedó más o menos implícito que la nueva división territorial no era prioritaria y que se pospondría, como mínimo, hasta la próxima legislatura.Los alcaldes del PSC, con el de L'Hospitalet de Llobregat y presidente de la Diputación, Celestino Corbacho, a la cabeza respiraron tranquilos.
El propio Puigcercós, cuyo departamento es el encargado de hacer realidad las nuevas vegueries, anunció que dejaría el asunto en manos del Parlament para tratar de lograr así el máximo consenso político en una cuestión tan delicada.
Sin embargo, todo apunta a que la tranquilidad de los ediles socialistas se va a acabar muy pronto, porque Puigcercós ha cambiado de idea y ha decidido presentar un proyecto de ley articulado sobre la nueva división territorial de Cataluña. Su idea es llevarlo al Parlament a finales de esta misma legislatura para que sea debatido en comisión y pueda aprobarse, eso sí, con el mayor consenso posible, antes de las elecciones de 2010.
No será la primera vez que el tripartito lo intenta. A finales del año 2004, el entonces conseller de Relacions Institucionals, Joan Saura, presentó un proyecto de ley para llevar a cabo la nueva ordenación territorial y prometió que en tres semanas esa ley sería aprobada por el Consell Executiu y llevada al Parlament para su tramitación.
El plan de Saura contemplaba la conversión de las actuales provincias -Barcelona, Tarragona, Lleida y Girona- en siete vegueries: Barcelona, Tarragona, Lleida, Girona, Catalunya Central, Pirineu-Aran y Terres de l'Ebre.
La idea consistía, por tanto, en convertir la actual provincia de Barcelona en dos vegueries, la de la capital, que abarcaba a 36 municipios del área metropolitana, y la Central, con capital en Manresa. Esta división territorial no hubiera tenido eficacia fuera de Cataluña, de modo que para las elecciones generales se hubiera mantenido la actual división en provincias.
A pesar de la promesa de Saura, pasaron tres semanas, tres meses y casi tres años y su proyecto nunca pasó por el Consell Executiu.Las diferencias de criterio entre PSC y ERC fueron insalvables.Al fin y al cabo, de la división territorial dependen las circunscripciones electorales y lo de cambiar el sistema electoral sí que son palabras mayores, pues de él depende el futuro de los partidos políticos.