MACCABI HAIFA 0

O. LLUIS COMPANYS. 16.150 ESPECTADORES

Arbitro: Meter Frjdfeldt (SUE)

Tarjetas amarillas: Gazal.

Goles: 1-0: De la Peña (min. 52). 2-0: Tamudo (min. 58). 3-0: Luis García (min. 60). 4-0: Pandiani (min. 90).

BARCELONA.- El Espanyol está gobernado por un triunvirato de talante dictatorial y maneras de gran artista. El equipo no funciona si ellos no quieren, pero en cuanto se lo proponen, este Espanyol es una maravilla. Es entonces cuando emana esencias de campeón: pétreo en defensa, bien labrada la telaraña táctica y un ataque delicioso, kilates de oro reluciente, toneladas del mejor caviar beluga. De la Peña, Tamudo y Luis García lanzaron ayer un mensaje al pueblo blanquiazul. Han decidido que quieren jugar la final de Glasgow. Sus tres goles, todos ellos portentosos, cayeron como una tormenta divina en ocho minutos. Fue entonces cuando se abrió el cielo en Montjuïc. La voluntad del triunvirato de seguir adelante en Europa es la señal más importante que se puede extraer del partido de ayer.

Bajo su amparo, el Espanyol es capaz de las proezas sólo reservadas a los elegidos. De momento, ya están en los cuartos de final de la Copa de la UEFA e igualan el récord de imbatibilidad de un equipo español en Europa. Suman 10 partidos sin perder (ocho triunfos, dos empates), los mismos que el Villarreal hace dos temporadas.

Muy pronto, sin embargo, supo el Espanyol que no iba a ser fácil tener una bolita con su nombre en el sorteo de esta mañana en Glasgow. Los escudos, aparte de ennoblecer a un club, también sirven para hacerse respetar. Y el del Maccabi Haifa tiene tan poca ascendencia en el fútbol europeo, la liga israelí es tan mediocre y el propio rival había demostrado tan poca cosa en Tel Aviv, más que ubicarse bien y repartir palos a mansalva, que la psicología colectiva había edulcorado la dureza del triunfo.Ganar al Maccabi, pensaban casi todos, sólo iba a ser cuestión de centrarse un poco y gozar de un mínimo acierto goleador. Pero en el primer tiempo el Maccabi exhibió una imagen renovada, atractiva y punzante, para deleite de sus 2.000 desbocados seguidores y de los agentes del Mossad repartidos por el estadio.

Ernesto Valverde demostró tomarse muy en serio al Maccabi y dibujó un once de gala, con una pincelada agresiva -no en vano, necesitaba la victoria-, al ubicar a Pandiani en punta, Tamudo como segundo delantero y Luis García en la derecha. En el eje situó a De la Peña. Era imposible concentrar más dinamita sobre el césped.

El problema es que el cuadro blanquiazul comenzó tenso pero impreciso, profundo pero superado por el excelente orden táctico que había proyectado el técnico Roni Levy. El Maccabi cumplió el pronóstico de jugar bien echado atrás, intentado cubrir sus vergüenzas y salvar como fuera la ausencia de sus dos sicarios titulares en la trinchera del medio campo, Dirceu y Suan. Por momentos lo consiguió, e incluso se permitió el lujo de llevar la iniciativa en las jugadas de peligro.

El conjunto hebreo encontró una mina en su carril derecho. Allí estaba David García, con quien Boccoli trazó una cordial amistad que le permitió correr la banda a placer. Más de una vez tuvo Torrejón que abroncar a su compañero por dejarse hurtar el balón en ataque y permitir al Maccabi desplegar su contragolpe por esa banda, aspecto que Valverde quería evitar a toda costa. Katan, el mejor israelí anoche, tuvo algunos balones francos que la zaga blanquiazul, en especial un Jarque con los galones de almirante, supo achicar. En el segundo tiempo, García sufrió un esguince -podría estar tres semanas de baja- y Lacruz ocupó su lugar.

Comenzó la segunda mitad y fue entonces cuando el tiempo se detuvo.El triunvirato repartió sus mágicos efluvios, en una suerte de catarsis colectiva y bellísima, e hizo florecer entre la hechizada grada sueños fascinantes. Primero fue De la Peña, con un disparo durísimo desde 30 metros que se incrustó en la escuadra derecha del meta Davidovich; luego llegó el turno de Tamudo, quien remató suavemente, con impecable maestría, un balón asistido por Pandiani por encima de las costillas del meta israelí; acto seguido, Luis García culminó sin apenas ángulo y sobre la línea de fondo un pase precioso, milimétrico, de De la Peña. El cántabro supo poner en el interior del área pequeña un balón que salió de su pie casi en el centro del campo. Habían transcurrido ocho minutos cuando el mundo volvió a girar.

A partir de entonces, todo fue una fiesta. Sólo faltaba la puntilla, y ésta se hizo realidad. Pandiani, el pichichi de la competición, saltó como un tanque por encima de los defensores y marcó de cabeza el cuarto gol. Segundos después, el colegiado pitó el final. El Espanyol vivió una de sus veladas más felices, y presentó su más firme candidatura a la corona que 20 años atrás quiso negarle cruelmente el destino.