Y deduces que al respetar y facilitar su deseo de «morir pronto, dignamente y sin dolor» la sociedad está civilizándose un poquito, por mucho meapilas miserable que se atreva a condenar algo tan legítimo y humano como el derecho a la propia muerte. A estos campeones morales convencidos de que va contra la ley de Dios que la tal Inmaculada se largue al otro barrio por voluntad propia, ella les replicaba en una entrevista algo tan contundente y entendible como: «Que se metan en su vida. Que les den morcillas a todos. Si no me entienden, que se pongan en mi lugar. Si a ellos Dios les llena, pues que sigan. Pero que respeten la libertad de cada uno».

Veo en el telediario a señoras con gesto lúdico y pancartas que gritan algo tan dadaísta (o a lo mejor, no he oído bien) como «Iza, Iza, Iza, España se feminiza». Qué cosas tan raras se corean últimamente en las manifestaciones. Poco después entiendo las razones de alboroto tan feminista. Se debe a la Ley de Igualdad. Nunca he considerado a Zapatero un cínico ni un manipulador, me cae muy bien el Anticristo, me parece un demócrata de verdad y un hombre tan sincero como legal, pero a veces dice cosas tan inexactas, ampulosas, adolescentes e ingenuas como: «Esta ley va a transformar radicalmente y para siempre la sociedad española». Pero no se ha enterado político tan acosado de que el maximalismo del «para siempre» sólo es disculpable en las declaraciones de amor que se hacen los críos, y veraz y comprensible(imagino) en el inquebrantable amor de las madres hacia sus hijos, incluidas las que parieron a Hitler y a Jack el Destripador.

A pesar de esa ley sospecho que nacer tío va a seguir siendo una injusta suerte y un privilegio no ganado en cualquier lugar del mundo. Y a niveles de escalofrío en Oriente, en Africa y en el Tercer Mundo.