BEATRIZ PULIDO
Está tan acostumbrado a que le sobrevuelen los caballos mientras desgarra las teclas del piano que apenas se inmuta cuando Arquero (el ejemplar de la fotografía) se eleva sobre sus patas traseras y le echa el aliento en la nuca. Manolo Carrasco es un torbellino que descarga fuerza y pasión en mitad del espectáculo y, sin embargo, recula en las distancias cortas y se vuelve más comedido, para acabar diciendo lo justo, algo que le suele ocurrir, curiosamente, a muchos buenos músicos.
Justo cuando encaraba el final de su carrera de niño prodigio se topó de frente con este sabio animal. Estudió sus movimientos y le hizo danzar al son de sus partituras. La Fundación Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre le encargó componer la música para el espectáculo Cómo bailan los caballos andaluces y pensó que podría profundizar en aquel cuadro estético y componer un collage en el que se fundieran todas las artes, desde la danza, la música, hasta la poesía. La base del espectáculo es el flamenco y una corriente de improvisación que recorre esta Passionata Andaluza. «Éste es un espectáculo difícil de montar y de llevar a la práctica, por eso es un reto para mí», admite Carrasco.
Con ese equipo, que llena un avión entero y que incluye bailaores, jinetes, músicos, más de 20 caballos y su piano de cola, ha viajado por medio mundo. Ahora regresa al Palacio Vistalegre, donde es ya un asiduo visitante. «En Madrid hay mucha afición al caballo, por eso hemos vuelto».
Como buen músico andaluz nació flamenco y se crió con buenas dosis de solfeo y teoría clásica. Despuntó muy joven. «A los 14 años ya daba conciertos», esa circunstancia y el rostro juvenil le prolongan la infancia: «Tengo 36 años. Siempre digo que cuando cumpla 80 voy a ser el niño prodigio más viejo del mundo».
Se encoge de hombros con la pregunta de si tiene alma el caballo. «No lo sé pero, a parte de su belleza, es un artista, le gusta presumir y además es muy noble. Se puede trabajar con él en este tipo de espectáculos, no se asusta con las luces, ni con el sonido». Carrasco combina sus recitales al piano con sus viajes al frente de Passionata Andaluza. Convencido de la fusión afirma que «fue Paco de Lucía quien abrió el camino, fusionando el jazz con el flamenco y la propia fusión ha hecho que el flamenco sea internacionalmente conocido».
Dotado de una magnífica técnica, con el piano a cuestas lo ha conseguido prácticamente todo, aunque este último papel piano-ecuestre ha conseguido que el gran público le reconozca como el músico que hace bailar a los caballos.
Cree que cualquier instrumento enriquece al flamenco. «La misma caja no lleva más de 20 años en este mundillo y no hay grupo flamenco que no la tenga». Tiene varios proyectos, entre ellos, un concierto que tocarán en el mes de abril con el violinista Ara Malikian. «Nos compenetramos bien. Los dos tocamos clásico y flamenco». Hay un momento mágico en esta Passionata, tiene que ver con el silencio del sonido y de las luces: «Todo el mundo deja de tocar a la vez y justo ahí, el caballo debe ejecutar la cabriola. Es lo más complicado de la función. Si se consigue, el público se emocionará de verdad», promete.
Passionata Andaluza
. Hoy y mañana, en el Palacio de Vistalegre (c/ de Utebo, s/n).
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