El pleno del Congreso aprobó ayer definitivamente -con la abstención del PP- la Ley de Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres. Bajo tan ambicioso nombre se establecen una serie de medidas de distinta naturaleza que pretenden remover los obstáculos que dificultan la igualdad real de las mujeres en la sociedad española. El fin último de la Ley es digno de alabanza y nadie puede albergar dudas de la pertinencia de una medida legal para acabar con las discriminaciones -las mujeres cobran un 30% menos que los hombres- y ayudar a la conciliación de la vida familiar y laboral.
Ahora bien, mientras que algunas medidas de la Ley que entrará en vigor el próximo lunes son adecuadas para combatir la desigualdad de oportunidades de las mujeres en el ámbito laboral; otras, sin embargo no son aceptables, ya que suponen una clara injerencia en las decisiones de los partidos y las empresas privadas. Entre los aspectos positivos de la Ley figuran la creación del permiso de paternidad -aunque sea sólo de 15 días hasta llegar a un mes en el plazo de seis años constituye un aliciente para que los hombres colaboren en la crianza de los hijos-, la exención del pago de las cuotas de la Seguridad Social para las trabajadoras autónomas durante las 16 semanas de baja por maternidad, la ampliación del citado permiso en caso de hijos discapacitados, el subsidio para las menores de 21 años que tengan un hijo y la elaboración de planes para combatir la discriminación en los contratos.
Otras medidas incluidas en la Ley son, sin embargo, graves errores, como la imposición de la paridad -un mínimo del 40% de mujeres- en las listas electorales de los partidos y en los consejos de administración de las empresas, aunque para aplicarlo se abra un plazo de ocho años. En el primer caso, se trata de una amenaza al principio meritocrático que debe regir la vida pública en beneficio de la imposición de la cuota. El segundo es una censurable injerencia en la actividad de las empresas privadas. El presidente Zapatero celebró la aprobación por todo lo alto diciendo que el de ayer era «el primer día de una sociedad distinta». Hará falta mucho más que esta ley para llegar a la igualdad real.
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