RAUL DEL POZO
Carlos Herrera entrevistó ayer al presidente del Gobierno y no fue para él tarea tan fácil como chatear con mollete de pringá por los bares de Sevilla. Descubriría desde la lejanía que Zapatero no es tan naif y previsible como se piensa; escarba, maneja bien la lanceta del guitarrón parlero de la política, contraataca y es duro como un tártaro, aunque nunca pierde la gentileza castellana.
Habla Ben Bradlee de ese temor del periodista a ser seducido por un político, al mismo tiempo que busca la seducción, o al menos la sombra de intimidad. Ése no es el caso de Carlos Herrera con José Luis Rodríguez Zapatero. Nunca hubo entre ellos mamoneo. Carlos le llamaba a Zapatero señor Rodríguez, que era una forma de llamarle Don Nadie y el presidente rehuía la entrevista con Herrera hasta ayer, en Onda Cero. Zapatero metió la guitarra en la bolsa y se presentó en Alcobendas porque se sabe rodeado y piensa que lo que empezó siendo la olla de Madrid, ya ha derramado el hedor a morcilla con sangre de muertos que inunda todo el país. Mientras llega el comunicado definitivo de ETA, Zapatero contraataca desde los espacios hostiles. Eso no lo hizo González, que nunca fue a la Cope, ni Aznar, que jamás se dejó entrevistar por Gabilondo. Zapatero, como Súarez, no mamó en los pechos la hiel de la política, como los tiranos del teatro isabelino.
La entrevista nada complaciente, fue más bien descarada, y en algunos momentos, violenta. A preguntas impertinentes como deben ser las del buen periodista, el presidente contestó con evasivas. Negó las mayores: no espera comunicado de ETA, a pesar de haber atenuado la cárcel de De Juana, no hay contactos con ETA para el proceso, aunque no negó que se siga enterando de lo que pasa en ese mundo, Navarra será lo que quiera Navarra. «No hay -dijo- crispación social, simplemente tensión política». Y añadió: «El PP se mueve hacia posturas conservadoras».
Estuvo Herrera más impaciente que Zapatero hasta el punto de que alguien del entorno presidencial comentó: «Ha estado un poco desagradable». Sólo perdió Zapatero un poco los estribos cuando le acusó Herrera de haber repartido las televisiones entre los amigos.
El talento de Herrera relampagueó cuando en un momento de la entrevista, el presidente contaba y trovaba con clavija socialista los milagros de su política social. Le llamó guitarrero. «Con la guitarra es usted invencible». Era una forma irónica de acusarle de musiquero, demagogo o narrador de milongas. Pero en éste y otros embates Zapatero se mostró como un hombre de sangre de nabo con un instinto félido parecido a la pantera nebulosa de Borneo. Su voz no fue la de la profunda madera desesperada, sino la voz de un político pavoroso. Al final de la entrevista, estaba tan crecido el presidente que pidió el sobrero recordándole a Herrera que no le había dicho nada de la política nuclear.
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