Ser taxista en Nueva York es el camino más seguro hacia la locura, el infierno o la desesperación. Y en esto llega Sol Soloncha, a bordo del Buddah Cab, presto a enterrar la leyenda negra de Taxi Driver y a recitar las cuatro verdades nobles al volante de uno de esos desquiciados cacharros amarillos (el nirvana lo dejamos mejor para otra ocasión).
«¿Cómo le trata la vida hoy?», es la pregunta que el taxista budista formula con gentil sonrisa a todo el que comparte con él los 15 o 20 minutos de viaje interior. Las respuestas varían porque no hay dos pasajeros iguales, pero casi todos deciden confesar. «Los taxistas somos un poco como los camareros. Si sabes escuchar, la gente te abre el corazón porque sabe que posiblemente nunca te vuelva a ver... Esta profesión es una ventanilla abierta a las vidas de cientos de personas, una oportunidad única para explorar y llevar a la práctica los principios budistas».
Sol Soloncha, de 47 años, natural de Iowa y neoyorquino hasta la médula, lleva nueve meses poniendo a prueba sus convicciones y su paciencia, cuadrando la postura del loto antes de encajonarse en el taxi y colgando luego sus reflexiones en un blog (www.buddhacab.com), perfecto antídoto contra la neurosis urbana. Donde otros taxistas no ven más que el tedio y la adversidad, Sol (de Solomon) aprecia los misterios de la impermanencia, la interconexión y la sincronicidad... «Todos estamos conectados de alguna manera, y desde tu asiento tienes una perspectiva muy real de cómo funciona el mundo. Compartes con la gente una pequeña porción de su tiempo, les ayudas a alcanzar su destino, ves cómo los caminos se cruzan al azar...».
Primera verdad noble: la vida -y el taxi- es sufrimiento. «El tráfico te puede volver loco por más budista que seas», admite Sol, antes de revelarnos la segunda y la tercera verdad: «El deseo y la adversión son la raíz de ese sufrimiento, por eso hay que aceptar las cosas como vienen, hay que aprender a fluir con la vida». Fluimos, pues, con el Buddha Cab por las callejas del Village, camino de los muelles del río Hudson. Nada, salvo la voz enlatada de Ajah Amaro (el copiloto invisible que alimenta espiritualmente al conductor con su dharma talk), nos hace sospechar que estemos en un taxi especial. Todo llegará.
«¡No despegues el culo del asiento!», fue el primer consejo que recibió Sol cuando se inició de la manera más convencional en esto del taxi, hace más de 10 años, allá en Honolulu. Aquella lección se la repite cuando ve que el día avanza y no ha conseguido aún los primeros y apremiantes 120 dólares (90 para costear el alquiler del taxi, 30 para la gasolina).
La vida no le trata hoy con excesiva generosidad. «Esta profesión es muy dura. Eres terriblemente vulnerable, no tienes ninguna protección. No quiero caer en el extremo de convertir el taxi en una aventura romántica. Al fin y al cabo, yo soy un privilegiado y conduzco dos días a la semana. Hay gente que se pasa aquí 12 horas seguidas, seis días a la semana... El otro día se nos murió de improviso un compañero ya mayor, creemos que fue una obstrucción arterial».
Todos los incidentes del día los registra Sol en su cuaderno de bitácora en la red, más las imágenes que capta con la cámara de su móvil y las meditaciones sobre la ley del karma y la levedad de la vida, aderezadas con citas como aquélla de John Lennon: «Imagino que la muerte no es más que bajarse de un coche para subirse a otro».
Como Lennon, Sol Soloncha viajó a la India a tomar contacto con la espiritualidad oriental. Medita a diario, practica la compasión y asiste a las reuniones del grupo alternativo Dharma Punx, con una visión puesta al día de las enseñanzas de Buda.
La idea del blog se la inspiró Melissa P., más conocida como la halcón de Nueva York. Melissa dejó ya su diario en la red y está rematando un libro con sus andanzas nocturnas. Un día, en la calle 63, se subió en el taxi Spike Lee. Sol le reconoció en el acto y le preguntó que qué se traía entre manos. Hicieron repaso a su carrera cinematográfica y acabaron hablando del racismo, y de cómo los taxistas se niegan a llevar pasajeros a Brooklyn, y más si son negros. Sol le recomendó la lectura de un libro, Taxistas y capitalismo en Nueva York, y Spike Lee tomó nota: «Así que si su próxima película va sobre un taxista budista en Nueva York, ustedes sabrán cómo surgió la idea».
LO DICHO Y HECHO
«Ser taxista es una ventanilla abierta a la vida de cientos de personas. Te abren su corazón»
1959: Nace en Ames, Iowa. 1979: Estudia Psicología. Se interesa por el budismo y la filosofía oriental. 1982: Ingresa en el Ejército de Tierra. Pasa dos años en Fráncfort. 1993-96: Es taxista en Honolulu. 1997: Se instala en Nueva York, donde trabaja como diseñador gráfico. 2004: Se hace profesor de yoga. Viaja a la India. 2006: Estudia Enfermería y trabaja como taxista en Nueva York. Crea el blog www.buddhacab.com.
