Nocilla dream, primera novela de Agustín Fernández Mallo, ha irrumpido como un meteoro en el anquilosado panorama narrativo español. Desde las revistas culturales de pequeña tirada hasta los prestigiosos suplementos literarios, el veredicto es unánime: es una auténtica revelación, un libro fresco, original, inquietante. En palabras de Juan Bonilla, autor del prólogo, se trata de «una de las aventuras más arriesgadas de la narrativa de los últimos años». Publicada por Candaya, una humilde y perspicaz editorial barcelonesa, Nocilla dream se ha convertido de la noche a la mañana en un pequeño libro de culto que ha tambaleado algunos de los cimientos supuestamente inconmovibles del mercado literario español.
Antes de este éxito inesperado, Fernández Mallo había publicado varios textos a mitad de camino entre diversas disciplinas y géneros. Él mismo subtituló su Joan Fontaine Odisea como un «poema performance», y esa voluntad de experimentación radical alimenta también Creta lateral travelling (donde la portada muestra un dibujo de Wittgenstein con una camiseta de Superman). El libro ganó el I Premio Café Mon, un certamen casi secreto que el año pasado también premió otro poemario inclasificable y extraordinario: Salvoconductos, de Alvaro Muñoz Robledano.
Toda la obra de Fernández Mallo participa de ese mismo impulso iconoclasta y rebelde, místico y científico a la vez, que su autor ha venido a llamar poesía pospoética y que él mismo define como «una red de redes en continua experimentación y expansión»; y el escritor, por tanto, es «como un laboratorio».
Fernández Mallo es uno de esos raros escritores que viene rebotado desde otros ámbitos no estrictamente literarios: la Física, la teoría de juegos, el dadaísmo, el positivismo lógico, pero también el cine independiente americano, la música indie o las series de televisión.
«La música pop y el cine son algunos de los cimientos de mi formación», dice. «Cuando tenía 18 años, Alberti me parecía un hortera, Miguel Hernández un paleto, Lorca un cursi insufrible, y veía mucha más poesía en las canciones de Joy Divison, de Golpes Bajos, o de Nacha Pop, o en la Física de COU que en todo el discurso dominante». Esa visión heterogénea y tangencial del hecho cultural es la que le autoriza a declararse fan de Borges, de Wittgenstein, de La casa de la pradera y de Sr. Chinarro.
Nocilla Dream nació a resultas de un accidente de tráfico en Tailandia. Una moto le atropelló y, mientras se aburría en la cama, con la cadera rota, no dejaba de ver la tele, fascinado por la continua avalancha de anuncios, teleseries y películas tronchadas de las que apenas podía entresacar algún sentido. El zapeo constante, la atomización del discurso narrativo, empapan de cabo a rabo una novela que es también un poema y una road movie al estilo de Paris-Texas, de Wenders, habitada por putas de carretera, artistas conceptuales, escritores frustrados y asesinos repentinos. La imagen que mejor resume esta gozosa vindicación del azar (un perfecto ejemplo de atractor extraño, según la matemática del caos) es la de un álamo solitario plantado en el desierto, a mitad de una autopista interminable, del que cuelgan multitud de zapatos abandonados.
La impresión de mosaico, de fragmento, recorre de punta a punta un texto troceado y trufado de citas de diversa índole y condición (desde tratados sobre inteligencia artificial hasta noticias sobre la proliferación de micronaciones) que se aglomeran hasta formar una estructura en perpetuo movimiento que obedece a leyes propias. El propio Fernández Mallo ha comentado: «He leído muchas novelas a trozos, pero pocas he terminado, salvo las de los amigos, que leo de arriba abajo más que nada para saber con quién me estoy jugando los cuartos». Entre sus escritores de cabecera se encuentran Valente («quizá el mejor poeta español del siglo XX»), Félix de Azua, Benet, a quien en realidad considera un humorista, o Bernhard, en cuyas repeticiones obsesivas encuentra una salmodia rítmica semejante a la del budismo zen.
Empezamos hablando de meteoros, que es otra imagen traída desde la Física, breve y fulgurante, pero seguramente inexacta. Según su autor, Nocilla dream forma parte de una trilogía vagamente inspirada en aquella vieja canción de Siniestro Total (Nocilla, qué merendilla). Al parecer, las dos siguientes partes (Nocilla experience y Nocilla lab) ya están escritas. Todo hace suponer que Fernández Mallo ha venido del espacio exterior para quedarse largo tiempo entre nosotros. Seguro que el meteoro encontrara una órbita estable.