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Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa (Montesquieu) |
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EL FUTBOL DEL MUNDO |
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Messi, como Romario |
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DAVID ESPINAR
Entre los nombres que siempre aparecen en las resacas de los clásicos del fútbol, el de Lionel Messi fue el que más despuntó tras el reciente partido del Camp Nou. El joven jugador se convirtió en el azulgrana que, casi 15 años después, marcaba tres goles al Real Madrid en un mismo encuentro. No fue precisamente un pelagatos su antecesor en la hazaña, el mismísimo Romario, lo que debe suponer, al tiempo, una muestra inequívoca de la importancia del logro y una concesión al orgullo personal del argentino, si por casualidad le apetece recibir tal honra de un brasileño. Pero en lo que seguro no hubo coincidencia fue en la preparación del partido por parte de uno y otro.
Contrarios. Por lo que parece, el tal Messi es un chico amable, ajeno a la polémica en la medida en que puede evitarla, trabajador en su día a día, amante del fútbol y cómodo personaje para un camerino. Justo al finalizar la lectura de estas referencias, se puede concluir que se ha enumerado una lista de antónimos de lo que representaba Romario en el Barcelona: más bien arisco con los medios, amigo de los líos, alejado por principios de la actividad laboral, futbolista porque le era más fácil darle a un balón que asaltar un banco e individuo capaz de ignorar el nombre de algunos de sus compañeros de vestuario. No obstante, en lo esencial, ambos marcaron tres tantos al Real Madrid en el Camp Nou.
Conjura. En este episodio, el brasileño estaba en la habitación del hotel en que residió en la Ciudad Condal junto a un amigo. Era la medianoche del 6 de enero, a dos días del partido en el estadio del Barça. No se estaban viviendo exactamente las mejores horas del delantero en su club, dado que se habían unido una inquietante falta de acierto del atacante, su proverbial dentera al retorno de las vacaciones navideñas y las consiguientes críticas, sobrellevadas con más rencor que paciencia por parte del principal implicado. De repente, sin mover la mirada del televisor, Romario espetó: «Voy a marcarle tres goles al Madrid y luego pondré a parir a la prensa». Su amigo, ante semejante declaración de intenciones, sólo le recomendó ignorar al periodismo en la sala de entrevistas en caso de cumplirse el presentimiento del delantero.
Desenlace. La historia es conocida: anotó tres goles, descuajó a Alkorta y, en la celebración del primero de sus tantos, mandó callar al público. A los periodistas los obvió, pero los palos se volvieron plumas. El brasileño siempre cumplió con sus propósitos y no faltan ejemplos para ilustrar este apunte: prometió dos goles a Cruyff si le dejaba irse en el descanso de un encuentro y los marcó; otro para dedicárselo al fallecido Ayrton Senna, igualmente cumplido; uno más para ganar una apuesta personal... Otra cosa era ver cuándo se lo planteaba, pero si Messi llega a ese punto, podrá decir que siempre hizo lo que se propuso.
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