Tras la bruma se mueven las chicas con disciplina militar. «Un, dos, tres... Arriba, venga. Seguimos», grita Ana Tarrés, la entrenadora de la selección española de natación sincronizada. En la pasada madrugada sus chicas habrán empezada a competir en el Mundial de Melbourne, ciudad reina del deporte estos días, con el Mundial de F1 acelerando también allí. Temperatura veraniega, sol australiano, piscina fabulosa en el Rod Laver Arena, que ha dejado la red de tenis para convertirse en el epicentro de la natación durante 15 días. Un entorno sensacional, diferente al día a día invernal. «Suerte que este año en Barcelona apenas ha hecho frío», agradece Tarrés, que no se queja en voz alta de que sus chicas tengan que entrenar en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sant Cugat en una piscina a la intemperie. Da igual la temperatura que haga.
El contraste del agua tibia con el relente del amanecer levanta nubes de humedad sobre la pileta. Ellas, divinas, se deslizan con suavidad. Practican el delfín, la barracuda, el paso adelante, la rotación catalina, el paso atrás... Movimientos básicos en la sincronizada, donde España, gracias a ellas, se ha convertido en una potencia. En la última década, con el apoyo del Consejo Superior de Deportes y al afán de mujeres como Tarrés o Gemma Mengual, los éxitos se han convertido en parte de la rutina de una modalidad hasta hace muy poco minoritaria en nuestro país. Ahora, con Mengual como ejemplo, las niñas guardan listas de espera para apuntarse a los distintos clubes que imparten sincronizada. Futuro esperanzador y presente poderoso, porque el equipo aspira a conseguir un botín de siete medallas en Melbourne. Todos los premios que espera la Federación de Natación se centran en ellas, el diamante del deporte acuático español en la actualidad.
«La sincronizada mezcla el deporte con la danza, la estética con la competición, la música con el deporte... Resulta completo y atractivo», resume Ana Tarrés. Ella cumple los cánones de una entrenadora exigente. Implacable con la puntualidad, se define como «dura», pero se enorgullece del buen ambiente que cunde en el conjunto. «Son profesionales, algunas llevan 10 años en primera línea y no hace falta repetirlas dos veces las cosas. Y si las tengo que meter en el agua un domingo sin avisar, no protestan». Todas han llegado a Australia entusiasmadas con su nueva coreografía, inspirada en Africa.
La selección tiene marchamo de calidad entre los jueces internacionales, quienes otorgan los resultados en las competiciones. «Tenemos fama de elegantes, finas, con estilo, originales», dice la preparadora. En los Juegos de Atenas asombraron con un número dedicado a Dalí, que incluso fue difícil de comprender para algún miembro del jurado. «Nuestra apuesta africana es valiente, pero creo que va a gustar mucho», explica Tarrés. Para interiorizar la música que compone Salvador Niebla, contactó con bailarines negros y un profesor mandingo senegalés. Estuvieron con ellos en un stage en Andorra, en sesiones maratonianas de baile de 10 horas. Menos incluso que las 12 de media del equipo chino, uno de los rivales, y en plena formación de cara a los Juegos de Pekín. «Ellas y las americanas llegan con muchas opciones, pero nuestro nivel es altísimo», según la responsable técnica.
Ya en el Mundial, modificarán la música, clave en la sincronizada, hasta el último momento, con efectos de sonido que realcen los movimientos. La jefa del grupo es Gemma Mengual, que se enfrenta a un reto mayúsculo. Su objetivo es conseguir siete medallas en siete finales, las mismas que Mark Spitz en los Juegos de 1972. Un cambio en el reglamento (se han desdoblado los podios de libre y técnico) ha multiplicado el número de metales en liza. «Se va a someter a un esfuerzo físico terrible. Es lo único que me preocupa», dice Tarrés. La estrella de la sincro española ha incrementado las horas de gimnasio y ha seguido un plan riguroso de nutrición para llegar en forma al campeonato. Debe estar bien y paracerlo, en un deporte que entra por los ojos, donde la sonrisa eterna de las chicas puntúa. Princesas y atletas a la vez. «Todas las niñas quieren ser Gemma», explica Tarrés, primer mando de un grupo de 11 mujeres, entre 17 y 31 años. Todas, girando alrededor de Gemma y mirando ya a Pekín 2008, donde la Mengual pretende retirarse envuelta en medallas.
MENGUAL: SIETE DIAS, SIETE MEDALLAS
Gemma Mengual: Barcelona, 1977. 1,73 m., 55 kilos. Club Kallipolis. Practica sincronizada desde que tenía ocho años. Licenciada en gemología. Capitana de la selección española.
Palmarés: 13 medallas en Europeos, seis en Mundiales, y dos cuartos puestos en los Juegos Olímpicos de Atenas.
Mundial de Melbourne: Aspira a siete medallas, las mismas que consiguió Mark Spitz en los Juegos de 1972:
Mañana: Final 'combo libre'.
Lunes: Final 'solo técnico'.
Martes: Final 'dúo técnico'.
Miércoles: Final 'equipos técnico'.
Jueves: Final 'solo libre'.
Viernes: Final 'dúo libre'.
Sábado: Final 'equipos libre'.