...«El efecto de una muerte en las circunstancias de De Juana Chaos habría alimentado a determinados sectores jóvenes del mundo radical, sobre todo pensando en el futuro»...
-José Luis Rodríguez Zapatero en Onda Cero (15/3/2007).
En 1937, Churchill participaba en una cena con algunos compañeros del partido conservador a los que quería advertir contra la política de apaciguamiento frente a los nazis. Para ello les contó que el zoo de Berlín estaba mostrando una jaula donde un león y un cordero convivían en paz y armonía. Era, sin lugar a dudas, la mayor atracción para los visitantes del parque. Entonces, un turista inglés le preguntó al guardián de los animales: «¿Dónde han encontrado ustedes semejante maravilla de león?». A lo que el empleado del zoo respondió: «El león no es lo difícil. Es el cordero. Cada mañana necesitamos uno nuevo».
Después de que el Gobierno nos haya hecho elucubrar sobre «el valor supremo de la vida», las «otras muertes» o los «males mayores», anteayer nos enteramos de que hay otra razón para haber atenuado la prisión a De Juana. Según Zapatero, «el efecto de su muerte habría alimentado a determinados sectores jóvenes del mundo radical, abertzale llamado, y alimentado los instintos peores, los que tenemos que combatir, los que tenemos que frenar pensando en el futuro». En otras palabras, la vuelta del etarra a su querido pueblo era un cordero entregado para apaciguar momentáneamente a la bestia, o en este caso a sus cachorros.
La retórica del miedo consiste en advertir de los males que habrían sucedido si quien habla no hubiese tomado una determinada decisión. Evidentemente, la estrategia se aprovecha de que nadie puede probar que tales peligros no iban a ocurrir o no serían tan graves. Aunque su punto débil es que, precisamente por ello, también se puede argumentar justo lo contrario: que la decisión de De Juana tiene el efecto de envalentonar a esos «jóvenes radicales» y demostrarles que con presiones pueden doblegar a su enemigo español. Los únicos hechos que nos constan avalarían más bien la segunda tesis, pues nadie ha escuchado aún a las juventudes abertzales expresar a Zapatero su conmovido agradecimiento y su propósito de enmienda, mientras la kale borroka continúa.
¿Por qué el Gobierno no ha optado por una explicación y la ha mantenido y reforzado a lo largo del tiempo? ¿Por qué ha preferido alternar sus versiones a medida que comprobaba que no convencía, a costa incluso de caer en contradicciones? Por un lado dice que lo de De Juana «nada que ver tiene con el proceso de paz porque es una acción claramente individual», pero por otro explica que ha adoptado su decisión «guiado por su voluntad de ver el fin del terrorismo». Por un lado dice que lo hace por defender el «valor supremo de la vida», pero por otro insiste en que no lo hubiera hecho si De Juana hubiese estado condenado por asesinato. Por un lado dice que no hay «chantaje», pero por otro se ufana por haber evitado «males mayores». Por un lado dice que respeta la política penitenciara de los gobiernos del PP, y por otro rebusca en el pasado para descalificarla.
Caben dos opciones: o el Gobierno no tiene muy claro por qué ha tomado la decisión de ceder ante De Juana, o bien no lo quiere decir y por eso va cambiando de caballo. Ninguna de las dos alternativas resulta muy tranquilizadora.
Zapatero desea que la bestia deje de comer ovejas, como lo deseamos todos. El problema es que se conforme, como el guardián del zoo, con que parezca que no lo hace, aunque para ello tenga que alimentarla a escondidas.