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Una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa (Montesquieu) |
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Speaker's corner |
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El poder de la micropoesía |
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LEOPOLDO ALAS
La Clamores no es una sala fácil para actuar y menos con un espectáculo tan intimista y verdadero. Me lo dijo el actor y director de teatro Carlos Borsani, que nunca había visto actuar a Ajo y estaba sorprendido con su poderío escénico. Este jueves la micropoetisa, acompañada como siempre por el gran músico Nacho Mastretta, representó su Striptease Cardiovascular con un dominio de recursos digno de ser recordado. Las tablas acumuladas en sucesivas actuaciones por ciudades y pueblos de España han ido perfeccionando su show, y el público se entregó a su sinceridad y a su ingenioso sentido del humor. Quiso estrenar un nuevo micropoema sobre la desnudez y el olvido aclarando antes que lo iba a probar en Madrid y que, si funcionaba, lo exportaría a provincias. Lo contrario de lo que hacen las compañías teatrales. Y el público rió. «Espero que hayáis venido impresionados de casa», advirtió al principio quitándose importancia. Iba del sentimiento a la ironía poniendo suspiros a sus versos de desamor y aclarando a los presentes que de todas formas ella exagera mucho: «Igual es un poco tarde para avisar. Yo exagero para disimularte, pequeñez mía». Pero al rato declaró con desparpajo: «A humilde no me gana nadie». Su espectáculo es una suma de aciertos: se sustenta sobre la base de una poesía buena y de un enorme talento para decir y para cantar (entre otras canciones, Humo, ¿Qué tal lo estaremos pasando? o Que me envuelvan pa regalo). Ajo va engarzando sus micropoemas en un discurso global que es toda una declaración de principios, una filosofía de vida de una actualidad incontestable. Me fascinó comprobar hasta qué punto su micropoesía conecta con el presente. El público le dedicó un aplauso cerrado cuando dijo que ella ve «demasiado miedo para tan poco peligro». No hace falta explicar más. La intensidad del aplauso fue muy elocuente. Ajo domina los tiempos en absoluta complicidad con la música de Mastretta, manejando con habilidad los silencios y con un despliegue de gestos elegantes y sutiles que sólo las muy buenas actrices consiguen. Por eso Borsani estaba sorprendido. Y lo estaba Ruth Toledano, que por primera vez veía actuar a su comadre y se felicitó del impulso que da Ajo no sólo a sus propios versos sino a la poesía en general, tan alejada de la vida en los aburridos dominios oficiales. Por el camino del arte, con sinceridad e inteligencia, Ajo es lo mejor que ha ocurrido en la poesía de los últimos años. Y no sólo en la poesía.
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