La policía paquistaní arrojó gases lacrimógenos, detuvo a varios líderes de la oposición y registró las oficinas de la principal cadena de televisión mientras continúan las protestas sobre la destitución de la máxima autoridad judicial del país.
La policía antidisturbios entró en las oficinas de la cadena de televisión Geo, en Islamabad, después de que sus responsables rechazaran dejar de emitir las imágenes de los enfrentamientos entre la policía y los manifestantes. Las puertas de cristal quedaron destrozadas y los periodistas fueron obligados por los funcionarios a desplazar una cámara situada en un tejado que ofrecía vistas panorámicas de la violencia callejera.
«Mirad: ésta es nuestra libertad de prensa», dijo el productor Qaisar Butt, en una oficina llena de restos de cristales rotos y olor a gas lacrimógeno.
El presidente paquistaní, el general Musharraf, telefoneó a la cadena de televisión y realizó un gesto sin precedentes: pidió perdón en público. «Lo primero que diré es que se trata de un incidente muy triste. No debería haber pasado. Lo condeno», aseguró a la vez que prometía «llevar a cabo acciones» contra los implicados.
El suceso muestra hasta qué punto la llamada crisis de los jueces se le ha ido de las manos al Gobierno. En los últimos ocho días el general Musharraf ha tratado de destituir al máximo responsable judicial, Iftijar Muhamad Chaudhry, al que culpa de abuso de poder.
Pero el juez y un batallón de seguidores, que han paralizado los tribunales, aseguran que los cargos han sido amañados para asegurar que el general Musharraf pueda ser reelegido fácilmente como presidente a finales de este año.
Cientos de abogados y políticos de la oposición lograron saltarse las barricadas de la policía y se concentraron ante el Tribunal Supremo, donde un panel de magistrados se reunió para aplicar medidas disciplinarias contra el juez Chaudhry, que fue saludado con gritos de aprobación.
Símbolos destruidos
Un abogado gubernamental, que no quiso identificarse, se encontraba entre los manifestantes. «Este país tiene unas instituciones muy débiles. Ahora se están destruyendo incluso los símbolos», dijo el letrado. «El Gobierno se ha vuelto loco. Han perdido la razón», afirmó el senador Enver Baig, del Partido del Pueblo. «Si al presidente del Tribunal Supremo le tratan como a un criminal, ¿qué está pasando?».
El Gobierno ha perdido el control de la crisis y los débiles esfuerzos por retomar la situación han dañado las frágiles credenciales democráticas del general Musharraf. Varios activistas de la oposición están siendo vigilados. Una fuente en Lahore afirmaba que la policía tiene una lista de abogados afines al presidente del Supremo que podrían ser arrestados en cualquier momento.
En Islamabad, fue detenido el líder de Jamaat Islami, Qazi Husain Ahmed, un partido religioso. En Lahore, a un Rafiq Tarar, ex presidente de Pakistán, le metieron en un vehículo de la policía y se lo llevaron.
La controversia ha conducido al general Musharraf, conocido por su autoconfianza, a un territorio desconocido. Algunos columnistas han realizado paralelismos con otro general que se convirtió en líder, Julio César, y los idus de marzo. «El césar ha mostrado su rostro y no tiene una bonita mirada», afirmaba Moeen Cheema, en el Daily Times.