RUBÉN AMON. Corresponsal
PARIS.-
Nicolas Sarkozy (París, 1955) se ha convertido en el gran favorito de los comicios presidenciales a falta de 36 días para la gran cita. Es el único candidato que navega con tranquilidad en los vaivenes de los sondeos y también quien ha logrado mayor espacio informativo en la precampaña. Mérito de sus buenas relaciones con los magnates de la información y resultado de una estrategia política que compagina la apertura al centro con los guiños conservadores.
De hecho, la última polémica que ha puesto en marcha premeditadamente el candidato de la UMP (Unión para un Movimiento Popular) consiste en reivindicar a beneficio propio el concepto de la patria y en prometer un ministro específico para la Identidad Nacional y la Inmigración. Sus rivales le acusan de demagogo y de neofascista, aunque las ideas de Sarkozy gozan del consenso mayoritario de los franceses -así lo demostraba ayer un sondeo de Le Figaro- y le garantizan adjudicarse en la segunda vuelta ese porcentaje del 18% o 20% de papeletas que normalmente suman las candidaturas de extrema derecha (Le Pen, De Villiers). Al mismo tiempo, Sarkozy defiende su talante de presidente transversal, es el candidato más apreciado por las mujeres y camina como un equilibrista entre la clase obrera y la patronal.
El leitmotiv de su discurso de investidura, «he cambiado», presenta algunas fisuras derivadas del repunte autoritario, aunque Nicolas Sarkozy parece seguro de haberse quitado el uniforme de policía. El gesto será más concluyente cuando abandone el cargo de ministro del Interior.
A favor:
Nicolas Sarkozy es un candidato claro, rotundo, con un partido cohesionado y completamente leal.
En contra:
Todas sus comparecencias electorales previas a los comicios presidenciales han sido un desastre.
Intención de voto:
27% en la primera ronda.
|