Lo demostraron el jueves en Rocafuerte, provincia de Manabí. Un grupo de manifestantes destrozaron el coche que transportaba a cinco congresistas destituidos, reconocidos por ser muy activos en su pretensión de recuperar sus escaños. Asustados, corriendo, abandonaron el vehículo y se refugiaron en una casa hasta que la policía los rescató y los sacó de la ciudad a bordo de una tanqueta antimotines.

Con la tensión nacional al rojo vivo, el Presidente del Congreso es consciente de que el próximo día 20 tiene que optar por un bando. O bien le da la razón a los cesados y les deja entrar al antiguo Banco de la República, sede parlamentaria provisional, o bien inicia sesión con los suplentes que haya. «Es una situación demasiado complicada, pero yo el martes tengo que tomar una decisión. Ecuador no puede tener un Congreso paralizado más de 15 días. El país ya no lo soporta, la democracia no lo soporta», afirma Jorge Cevallos, en una entrevista con EL MUNDO en su despacho de la sede de la Cámara, en el centro de Quito.

Ocupa el cargo más importante del legislativo por su condición de fundador y miembro destacado del PRIAN -principal partido de oposición en el Congreso-, la formación del ex candidato presidencial Alvaro Noboa. Además de ser este su tercer periodo como diputado.

Por esas razones, sus colegas esperaban que ignorara la decisión del TSE y les aceptara en la cámara. «Yo he estado buscando una salida por la vía del diálogo y del consenso, como debe ser en una democracia. Lamentablemente, no he tenido mayor eco. Hay posiciones extremas de parte y parte», comenta quien, al poco de estallar la crisis, propuso lo que ahora quiere Lucio Gutiérrez: que las partes enfrentadas revoquen sus decisiones y cada cual vuelva a su lugar como si nada. «Cuando les presenté esa propuesta, casi me fusilan; decían que eso era una humillación, que era arrodillarse. Y ahora les escucha uno diciendo que quieren hacer aquello. Eso es incoherencia. Si ese día me hubieran autorizado, no habría pasado nada y se habría evitado esta crisis».

Esa actitud conciliadora, en lugar de beligerante, frente a la destitución en masa le ha ganado la animadversión de sus amigos del Prian, aunque él niega que haya distancia con Noboa: «El país ha visto la forma tranquila con que estoy manejando el tema de suma responsabilidad para Ecuador y para mí, con la Constitución en la mano. Lo que jamás me verán es traicionando mis principios, a mi partido, o a Alvaro Noboa. Ni traición ni sometimiento».

A su juicio, el poder legislativo atraviesa una etapa de total desprestigio, «herencia de muchos periodos atrás», que tiene a la clase política contra las cuerdas y que es la raíz de los focos de violencia vividos en el país estos días. «Está metido en el ciudadano ecuatoriano un rechazo total [hacia los diputados] que ya la razón no es la que manda, sino la fuerza. Es lamentable, hay que buscar la forma de contrarrestar eso», señala.

«Los congresos nacionales promovieron una imagen de prepotencia, de arrogancia. Y en Ecuador se llegó a pensar que el diputado era el que más robaba, [así] se comenzó a generar esta animadversión de la gente. Un diputado, sobre todo en Quito, no puede caminar con tranquilidad por la calle por temor a ser agredido por cualquier ciudadano que lo reconozca», agrega.

Cevallos piensa que, aunque la destitución de sus compañeros es una medida inconstitucional, ya no tiene vuelta atrás por la presión popular y no merece la pena luchar por revocarla. Estima que los expulsados deben echarse a un lado por iniciativa propia y dar paso a los suplentes: «Los 57 diputados quieren estar en el Congreso, y tienen razón, yo no se la quito. Pero más allá de la razón hay una realidad que vive el país, que puede llegar al extremo de un enfrentamiento civil de fatales consecuencias. Quienes hacemos política estamos llamados a evitar eso, más allá de que tengamos la razón. Si por el país hay que sacrificarse y aceptar situaciones que no están dentro del marco legal [como la expulsión de los diputados], pues tendremos que hacerlo».

A pesar de la crisis y de la debilidad de las instituciones ecuatorianas, Cevallos piensa que se puede superar el impasse y que tanto el Gobierno como la Cámara agotarán la legislatura. «Yo creo que sí. Yo estoy muy confiado de que, haciendo bien las cosas, respetando las Constitución y las funciones del Estado, dedicándonos a legislar y fiscalizar, que es el mandato constitucional, no hay nada que haga que el Congreso no pueda trabajar».