De ser cierto lo que nos cuentan José Luis Rodríguez Zapatero, María Teresa Fernández de la Vega y Fernando Puras, este último se habría sumado con todas sus huestes a la marcha y probablemente incluso se habría adelantado a Miguel Sanz al convocarla él mismo en nombre del Partido Socialista. Pero los tres saben que Navarra ya se ha negociado. Navarra ha formado parte de todas las conversaciones que han mantenido los representantes del PSE con los de la ilegalizada Batasuna y los del PNV, así como de alguna de las sostenidas entre enviados gubernamentales e interlocutores etarras. Navarra ha estado desde el minuto uno en el corazón de este proceso secreto y clandestino entablado entre el Ejecutivo y ETA a espaldas de los españoles, que es tanto como decir de los navarros. Navarra es una parte fundamental del precio puesto por la banda al cese de su actividad criminal. Es una de las piezas claves de este engranaje siniestro, y como tal ha sido tratada en todas las reuniones celebradas a lo largo de los últimos años entre socialistas y nacionalistas vascos, con el aval personal del presidente y secretario general del PSOE, sin tomarse la molestia de pedir la opinión de los afectados.

Hay quien desde las filas del socialismo cree de buena fe que aunque tales compromisos entreguistas hubieran sido asumidos por Madrid, resultarían baldíos, ya que los navarros jamás avalarían con su voto en un referéndum la incorporación de su viejo reino a esa Euskadi que se inventó Sabino Arana. Seguramente aciertan en esto último, aunque pasan por alto el hecho de que las leyes y los mecanismos siempre pueden cambiarse, con tal de que exista la voluntad política de hacerlo. De ahí que sea indispensable detener la maniobra cuanto antes. Acabar con el chalaneo. Demostrar inequívocamente a ETA/Batasuna, al nacionalismo vasco y al PSOE que con Navarra no se juega. Que el nombre de Navarra no se pronuncia en vano en la mesa de negociación.