LUCIA MÉNDEZ
Una profesora de Filosofía del instituto Atenea de San Sebastián de los Reyes (Madrid) dio clase a sus alumnos de Bachillerato con una camiseta que ponía: «Cálculo matemático: HB+ZP=HP». Los alumnos descubrieron pronto que no era un método pedagógico para explicar mejor la Lógica. Se trataba de política. El obispo de Huesca y Jaca, Jesús Sanz, ha escrito una carta pastoral a sus fieles en la que acusa de «traición» al Gobierno y dice que la «sospecha» del 11-M «mira» a Zapatero. La profesora de Filosofía y el obispo de Huesca y Jaca son personas muy distintas, pero comparten un poderoso sentimiento común: odian con toda su alma al presidente del Gobierno.
El caso es que hay mucha gente como ellos. Conozco a algunos. Son gente culta, ilustrada, con varias carreras, abogados, economistas, catedráticos, periodistas. Gente respetable y respetada cuya pulsión política principal es el odio contra Zapatero. Sin más. Gente que piensa -o por lo menos aparenta pensar- que sobre España se ha abatido una plaga de langosta. Gente que no se creería al presidente del Gobierno ni aunque peregrinara al castillo de San Francisco Javier y postrado de hinojos ante la imagen del santo patrón de Navarra jurara que nunca entregará la comunidad foral a ETA.
La gente que odia a Zapatero es mayoritaria-mente de derechas, pero no sólo. Los hay de izquierdas que también lo detestan. Para fastidiar a un PP crecido, los socialistas insisten mucho en que está renaciendo la utraderecha. Se ven más ultras por la calle, sí. Pero la ideología no puede explicar que la profesora haga lo que hizo y el obispo diga lo que dijo. Comulgar con el régimen de Franco o con las ideas de José Antonio no es motivo para creer que Zapatero estuvo detrás de la masacre del 11-M ni para identificar al presidente del Gobierno con una banda terrorista. Eso sólo puede dictarlo el odio.
No ha existido ningún presidente -a excepción quizá del primer Suárez- al que se haya destestado con mayor intensidad en menos tiempo. Felipe González también era un presidente socialista, culminó su mandato de trece años en medio de la corrupción y los GAL, pero a ninguna profesora se le ocurrió dar clase con una camiseta que pusiera: «FG=Señor X de los GAL». Tampoco ningún obispo le acusó de dar un golpe de Estado.
El único odio comparable al de ahora es el de algunos cineastas, escritores e intelectuales de izquierda contra el Aznar de Las Azores. El odio que llegó a su límite cuando los manifestantes exhibieron carteles llamando asesinos a los diputados populares. El odio que desembocó en el cerco antidemocrático de la sede del PP el 13-M, día de reflexión.
Pero entonces Aznar ya llevaba ocho años en el Gobierno. Lo singular del odio contra Zapatero es que brotó en tiempo récord, como las setas. No llevaba ni un año en La Moncloa cuando salió a la calle la primera manifestación de la AVT apoyada por el PP. Las tonterías que ha hecho el presidente del Gobierno -muchas y variadas- no explican por sí solas ese odio. Tiene que haber algo más.
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