Conocí a Montserrat Nebrera hace unos pocos años, a base de cruzármela en tertulias radiofónicas. Ideológicamente habitaba más o menos -este tipo de ubicaciones siempre resultan inciertas- en la franja que a la vez separa y une a Piqué con CiU. Firme y consistente en la argumentación, con el justo punto de demagogia, Montserrat solía utilizar en cuanto podía el viejo truco de trasladar cualquier asunto en discusión al ámbito del derecho; si era el derecho constitucional, su especialidad, mucho mejor.
Se intuían su ambición y gusto por el protagonismo, si bien no sería hasta su salto a la política de la mano de Josep Piqué, que la había estado siguiendo y mimando desde tiempo atrás, que esos rasgos de su personalidad se hicieron evidentes.
Nebrera ocupó el número dos en la candidatura de Barcelona en las elecciones catalanas. Lo hizo en calidad de independiente, como su mentor, a quien Aznar fue a buscar al Círculo de Economía tras su victoria en 1996. Pero a las primeras de cambio esta auténtica superwoman se ha puesto nerviosa y ha empezado a montar cenas-coloquio a espaldas de Piqué. El súmmum llegó esta semana, cuando logró alcanzar la espectacular cifra de 400 comensales en el hotel Majestic de Barcelona. Allí presentó la página web www.alternativadegovern.cat, que, con la brillante profesora como protagonista, pretende devenir un foro de debate de «los temas que interesan al ciudadano de Cataluña». En la cena-coloquio, la diputada se desmelenó a lo ye-yé y largó un puñado de afirmaciones estruendosas, regocijándose en una fraseología populista -«los partidos están podridos», por ejemplo- a la que parece haber cogido el gusto de un tiempo a esta parte.
Por descontado, la cena del Majestic y la web han desatado un huracán en el interior del PP de Cataluña, formación que, por otra parte, cuenta con un largo historial de navajazos, batallas entre sectores y odios enquistados. El escándalo regala nuevas razones a los dirigentes más críticos con Piqué y ha encolerizado a éste y a su entorno, en un momento en que todas las energías deben concentrarse en el encaje de bolillos que supone montar las candidaturas para las municipales de mayo.
Nebrera puede sumar, y sumar en más de un sentido, en el PP de Cataluña, siempre que se den dos condiciones. La primera la debe cumplir ella: ha de ser leal. Si no, acabará fuera, pues carece de anclajes suficientes en la cúpula central del PP en Madrid, que es quien quita y pone líderes en Cataluña. Por su parte, Piqué y el PP en su conjunto deben hacer un esfuerzo de apertura y flexibilidad para posibilitar que alguien como Nebrera pueda aportar el valor añadido que de ella se espera.
En todo caso, y aún suponiendo que la situación entre Nebrera y Piqué pueda arreglarse, no hay que esperar milagros. Por muchas nebreras que fiche, el PP catalán seguirá atrapado donde siempre, esto es, entre una sociedad catalana que demanda un estilo, un discurso y una actuación determinados y una cúpula instalada en Madrid que promueve con furor algo muy distinto. Además, a Rajoy y cía no les importa en absoluto, como tampoco le importó a Aznar, jugar la carta de la catalanofobia y, por consiguiente, no levantar cabeza en Cataluña, pues calculan que ello les rinde votos en otras latitudes. Esos, y no Nebrera ni Ciutadans, son lo verdaderos problemas del PP catalán.