Que un ciudadano de a pie tenga que ir acompañado de dos escoltas cuando entra al Parlament no debe resultar agradable y, muchos menos, si tiene que pedir permiso para ir al servicio.Antonio Moreno, fundador del colectivo por el bienestar de los discapacitados Papàs de l'Alex, vive en su propia piel esta situación en todas sus visitas a «la casa de todos», como él mismo la llama.Sólo hay algo que lo justifica. Para las más de 300 familias que forman la asociación, esta singular compañía es consecuencia de un «acto heroico» protagonizado por Antonio durante el debate de investidura de José Montilla.
Al finalizar el debate, Antonio Moreno se acercó al president «con tranquilidad» y le entregó una hoja de papel. «Especie muy peligrosa para la Administración: Colectivo Papàs de l'Alex», leyó Montilla. La acción no tuvo una reacción inmediata pero sí un servicio de escolta pocos días después. Así, en su siguiente visita al Parlament y hasta hoy, se le han adjudicado dos «inseparables acompañantes». Según Moreno, esta decisión de los miembros de seguridad del Parlament parece la respuesta típica a un «acto terrorista» y no a un «Estado de Derecho». Tras lo ocurrido, Moreno asegura que el Govern ha bautizado a Papàs de l'Alex como una asociación «políticamente incorrecta».
Esta anécdota es sólo una pieza de un rompecabezas en la que el colectivo y la figura de Antonio Moreno se han convertido en «la mosca cojonera» de la Administración. La historia de su hijo Alex saltó a la luz pública cuando, en noviembre de 2005, este diario se hizo eco de un error burocrático que cambiaba su discapacidad psíquica y física permanente por transitoria.¿Cómo era posible? ¿Acaso la discapacidad de Alex, cifrada en un 78%, podía ser transitoria? ¿Podía cambiar de un día para otro? «Nos están tomando el pelo», decían sus padres.
Dos meses después, el buen criterio retornó al Departament de Benestar Social i Família. Gracias a un artículo publicado por EL MUNDO, el 30 de enero de 2006 una nueva resolución rectificó la anterior y expuso que el grado y el baremo de la necesidad de Alex de ser atendido por una tercera persona era de carácter permanente, mientras que el baremo de movilidad era considerado como provisional.
Pero la cosa no acaba ahí. En enero de 2006, Moreno elaboró un nuevo escrito alegando que el anterior error burocrático no se había solventado en los certificados provisionales de la oficina de Acción Social. A día de hoy, los archivos informáticos de Alex señalan que su discapacidad es provisional. Desde el Departament, el silencio y el constante «està reunit» sirven como única réplica.
Un nuevo obstáculo volvió a poner en pie de guerra a la familia de Alex. El 6 de febrero de 2006 se solicitó a un responsable del Centro de Atención a Disminuídos (CAD) de Badal que, según la resolución de enero, Alex sólo tuviera que pasar el reconocimiento del Baremo de Movilidad, anteriormente citado como provisional.
Sorprendentemente, y a pesar de que se acercaba la fecha de revisiónde oficio el 13 de marzo de este año, la familia obtuvo el silencio de los responsables como única respuesta. Después de más de una docena de llamadas infructuosas, fueron atendidos por un médico que les anunció que Alexander Moreno no podía someterse a la revisión de movilidad sino que tendría que hacer la revisión en su totalidad. Según el responsable en cuestión, la revisión de Alex podía hacerse tanto a la alta como a la baja dado que hoy en día existen fármacos que mejoran la calidad de vida de estas personas.
¿Existe entonces «una píldora prodigiosa», como la llaman desde la asociación, capaz de «sanar» a los discapacitados? La «inverosimilitud» de las afirmaciones provocó que Antonio pidiera por escrito esta decisión del CAD. El documento le fue negado. Como réplica, la semana pasada, Antonio solicitó a Eduard Hernández, subdirector general de Atención a las Personas, que se clarifique qué tipo de revisión se ha de hacerse Alex, exponiéndole, además, la actitud de la dirección del CAD de Badal. A día de hoy sigue sin obtener respuestas.
Como él, las más de las 300 familias que componen el colectivo Papàs de l'Alex están hartos de ventanillas, llamadas sin respuesta y mareos burocráticos. La presión y el «descaro», son su única salida.