No ha pasado ni un año desde que aquel equipo se proclamó campeón y ayer, viendo al Barça jugar una enorme primera parte, la nostalgia embargó al pueblo culé. Como en los buenos tiempos, un delantero negro y voraz tiró de sus compañeros, como en los buenos tiempos abrió el marcador y convirtió una visita aparentemente difícil en un paseo.

Lo logró Eto'o con un lanzamiento muy lejano, que cogió efecto y dejó sentado a López Vallejo. Si el gremio de los porteros necesita pruebas que acrediten que los balones de fútbol son cada vez más volátiles, bien harían de quedarse una copia de ese primer tanto.

Por delante en el marcador, Xavi, Iniesta y Deco se dedicaron a embrujar serpientes al son de su célebre tiqui-taca. Pocas veces en los 118 años de historia habrá visto el Recreativo de Huelva equipos que muevan el balón con semejante maestría. Por una vez, el equipo pareció centrarse defensivamente y durante media hora no hubo que lamentar ni un solo error defensivo. Barber y Jesús Vázquez pudieron empatar, pero no en acciones regaladas por los azulgrana. Tal vez el secreto de ello estuvo en las ausencias de Márquez, Edmilson y Oleguer, que este año parecen empeñados en hermanarse con Pedrag Spasic. Y claro, cuando las cosas funcionan atrás es más sencillo atacar con confianza, como un equipo grande.

El segundo tanto del Barça fue una exhibición de juego colectivo, un recuerdo de que el Barça sigue siendo un equipo enamorado del balón. Xavi e Iniesta iniciaron la jugada en su propio campo, mareando a dos insensatos que osaron presionarles. El balón llegó a la banda derecha, donde Zambrotta cedió a Eto'o. El camerunés envió un centro raso a la frontal del área, donde Ronaldinho cedió de primeras a Deco, que hizo lo propio para Zambrotta.Semejante combinación dejó a la defensa perdida, a Zambrotta solo, a López Vallejo vendido.

El italiano quiso dejar claro que de algo le ha servido convivir tantos meses con Messi, con Ronaldinho, con Deco, y lanzó una suave vaselina que se convirtió en uno de los mejores goles que el Barcelona ha logrado esta temporada.

Con el partido al filo del descanso, la ambición de Eto'o hizo posible que el Barça sentenciara. El camerunés se inventó una jugada digna del mejor Romario dentro del área, dejó sentados a dos jugadores y sólo el guardameta rival evitó el gol. La jugada, sin embargo, siguió, con un Sylvinho que metió un centro perfecto al segundo palo. Ahí estaba Eto'o, para lograr su séptimo gol en Liga. Tanta es la fe del camerunés que a día de hoy sigue creyendo que es posible superar sus 26 goles de la pasada campaña.Parece una broma, pero la misma apariencia tienen sus números: nueve partidos de Liga -varios de ellos partiendo como suplente-, siete goles. En sólo 577 minutos de juego ha metido más goles que Adúriz, el Kun Agüero, Raúl, Ewerthon... Ayer, Eto'o se acordó de que es un grande.

En el segundo tiempo, afortunadamente para los amantes de las pifias, volvió el Barça que ha horrorizado a propios y extraños en los últimos tiempos. Thuram volvió a cantar, el Recre pudo acortar distancias y el Barça divagó durante largas y soporíferas fases. Especialmente fallón estuvo Ronaldinho. Si Berlusconi y Galliani le vieron jugar ayer, en los próximos días pueden pasar dos cosas. La primera es que no pongan encima de la mesa más de 30.000 euros para ficharle. La segunda es que se echen atrás y empiecen a preguntar a Txiki por un chaval melenudo, zurdo y tímido que actúa donde un día lo hiciera el esforzado Giuly.

A Ronaldinho le cubrió ayer un futbolista de 36 años, pero ni por ésas. Merino se le comió vivo, le desquició, y obligó a Rijkaard a sacarle del campo. La sustitución pareció más un acto de compasión que un castigo.

Afortunadamente para los aficionados onubenses, que habían agotado las entradas para el partido un mes atrás, el segundo tiempo también tuvo algo aprovechable. Llegó sobre la campana, cuando Messi se aprovechó de la presión de Iniesta y de los sucesivos desmarques de Gudjohnsen y Eto'o para dejar atrás a cuatro rivales y batir a López Vallejo por abajo.

Fue todo en un instante, una acción made in Messi que le sitúa, junto a Eto'o, como segundo máximo goleador del equipo con siete goles. La grada lo premió con aplausos, igual que dedicó los célebres «olés» a las escasas posesiones largas de que gozó su equipo. Se marcharon con la impresión de no haber sufrido una humillación, pero el resultado indicaba un 0-4. Se acababan de enfrentar al campeón, un equipo que arrasa sin despeinarse y que tras las victorias, concede dos días de fiesta a los jugadores.

Para eso son los mejores.