Domingo, 18 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6300.
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Harvard, Columbia, Yale
LAS OTRAS GACETAS UNIVERSITARIAS
PABLO PARDO. Nueva York

Pague usted 35.000 dólares al año -26.500 euros- de matrícula a su hijo o hija para que vaya a Harvard durante dos años -master-, cuatro -licenciatura- o hasta seis -Derecho-. Añada a esa cifra una cantidad similar para mantener al niño o la niña viviendo en Boston, más las prácticas -a menudo, no remuneradas- en empresas líderes del sector para el que se esté preparando. Todo con el objetivo de que el chaval se convierta en un abogado de los que cobran en Nueva York la consulta a 1.000 dólares la hora, o en un consultor con un salario neto anual, en su primer año, de 80.000 dólares, o en un empleado de un banco de inversión de Wall Street con un bonus de medio millón. Y acabe encontrándose con que en lo que se convierte su retoño o retoña es en una estrella del porno. Y todo sin salir del campus. Simplemente, gracias a Boink y H-Bomb, las revistas pornográficas de los estudiantes de Harvard.

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No es un caso aislado. Las universidades de la Ivy League -la Liga de la Hiedra, es decir, las instituciones académicas con más solera de EEUU- se han apuntado al porno. Alrededor de Harvard -la Universidad más rica del mundo- está Boink (una palabra difícilmente traducible que hace décadas significaba tener relaciones sexuales de manera informal, pero que ahora prácticamente es un arcaísmo) y H-Bomb (Bomba atómica). Columbia -famosa por su Facultad de Periodismo y porque es la institución que otorga los Premios Pulitzer- se ha sumado al carro con Outlet, una revista menos porno, pero igualmente explícita, que en su número de diciembre ofrecía un análisis crítico de ocho vibradores diferentes.

Yale cuenta con Sway, que es un juego de palabras entre influir, o tener poder -que es lo que significa ese verbo- y el acrónimo de Semana de Sexo en Yale (Sex Week At Yale), un simposio que se organiza todos los años en la venerable institución con el objetivo de «pensar de forma crítica en el sexo y en la sexualidad», una actividad que habitualmente requiere la presencia de actrices porno en el campus. Y Chicago ya ha dejado a los economistas liberales y ha abrazado Vita Excolatur, que se define como «la revista erótica de la Universidad» y entre cuyos principios editoriales está «tomar precauciones durante las sesiones fotográficas para que ningún transeúnte pueda ver el posado de forma imprevista».

Todas estas revistas siguen el sendero de la pionera, Squirm (algo así como Polvazo), que desde hace siete años está trasladando su lema «Porno y sensibilidad» a Vassar College. Y, para ello, combinan imágenes de sexo explícito normalmente realizadas por estudiantes con análisis profundos acerca de, por ejemplo, cómo pueden los hombres fingir un orgasmo.

Así, por 200 dólares (151 euros), cualquiera que cumpla ciertos requisitos físicos puede convertirse en una estrella del porno aficionada y saciar las ansias de autosatisfacción sexual de, por ejemplo, los discípulos de Gary Becker (Premio Nobel de Economía de Chicago), Nicholas Lemann (autor del best seller Colores primarios sobre Bill Clinton y ahora en Columbia) o William Kristol (asesor de Bush, director del conservador semanario The Weekly Standard y profesor de Harvard).

En un momento en el que la pornografía estadounidense vive al mismo tiempo un boom gracias a Internet, estas revistas se han convertido en un fenómeno inesperado. No sólo están sobrepasando los muros de los campus en los que fueron fundadas -Sway ya se distribuye en 12 universidades, aparte de Yale- sino que están accediendo a un público masivo. Boink tiene una difusión de 10.000 ejemplares, y Warner Books, una subsidiaria del gigante francés de los medios de comunicación Hachette publicará el año que viene el libro Boink. Sexo en la universidad por los que lo practican . El hecho de que las fotos de estas revistas no estén retocadas con Photoshop u otros programas informáticos las ha convertido en favoritas de, por ejemplo, el pornógrafo más cualificado de EEUU, la estrella de la radio Howard Stern, que suele terminar sus entrevistas pidiendo a las invitadas a su programa que le enseñen los pechos. «Aquí salen universitarias de verdad. No las falsas universitarias que encuentras en Internet», ha declarado respecto a Boink.

Publicaciones como la propia Boink no tienen más vínculos con las organizaciones académicas que el hecho de que su equipo editorial asistió a clase en ellas. Pero Vita Excolatur es una organización estudiantil formalmente reconocida por Chicago dirigida a «los estudiantes aficionados a la pornografía». Toda una muestra de por dónde van las cosas en EEUU, un país en el que cualquier imagen explícita está prohibida en televisión y la mayor cadena de grandes superficies, Wal-Mart, no vende Playboy, pero en el que la edad media para tener relaciones sexuales es de 16 años, según una encuesta de la cadena de televisión ABC. Y es que, con Bush, la Ivy League se ha convertido en un estudio porno.

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