Domingo, 18 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6300.
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MI SEMANA /
Jaime Peñafiel

Los retratistas de la Corte

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Cuando el hoy Rey es designado, en junio de 1969, Príncipe de España, salvo el periódico Abc, la mayoría de la prensa española y no digamos la del Movimiento, apenas tenían en sus archivos fotografías de Juan Carlos. Yo mismo tuve que ceder, ese día, algunas de las mías a diversas publicaciones. Desgraciadamente, durante aquellos duros años de la década de los 60, en La Zarzuela no había fotógrafo ni audiencia ni nada. Las fotos que existen de entonces son las de los reportajes que yo hacía para ¡Hola!, las de Rogelio Leal y Antonio F. Navas para La Actualidad Española, las de Jaime Pato para Cifra Gráfica o las del reportero italiano Septimio Garritano para su agencia. Todavía recuerdo mi primer reportaje a los Príncipes. Hacía poco se habían casado. Doña Sofía, que todavía se sentía princesa de una monarquía como la griega, más cerca del absolutismo que de la democracia, me pidió ver las fotografías antes de publicarse: «En Grecia no se publicaba ni una sola sin que las viéramos antes», me diría como la cosa más natural.

Nuevas fotografías

Quienes desde ahora en adelante soliciten a La Zarzuela una fotografía dedicada del Rey, de la Reina o de los Reyes, recibirán no las realizadas, a lo largo de más de 15 años, por el gran Alberto Schommer, autor de las famosas fotografías psicológicas que tanto irritaron a Franco, sino otras nuevas de un fotógrafo catalán, Dany Virgili, especializado, según su biografía, en retratos y bodegones. Las nuevas imágenes oficiales de los Reyes de este catalán, el primero en convertirse en fotógrafo de Corte, fueron realizadas hace meses en seis sesiones de tres horas cada una. Los escenarios: La Zarzuela y el Palacio Real. Son seis fotografías, dos de los Reyes de calle y de gala y cuatro más de los Soberanos, por separado, con los mismos atuendos. Los trajes que viste Don Juan Carlos, tanto de paisano como el uniforme, son de su sastre de siempre, Luis López Larrainza, quien le confeccionó el primer terno al Rey, prenda que conserva en la sastrería López Herván con una expresiva dedicatoria, con rotulador, en el forro de la chaqueta. En todas ellas, el Soberano luce, en el dedo meñique, un anillo que mi querido compañero Sergi Pamiés confundió, hace tiempo, con «un pedazo de alianza». Tomándome por experto, preguntaba si «llevar la alianza en este dedo es un privilegio, una moda o una contraseña borbónica». Recuerdo que, con todo afecto, le aclaré que no se trataba de una alianza matrimonial (el Rey nunca la ha llevado) ni de un privilegio, que podría. Simple y sencillamente «ese pedazo» de anillo, con el escudo de la Casa, es frecuente, por no decir habitual, entre aristócratas. Como llevar la corona bordada en la camisa o en los calzoncillos. Que haberlos, los hay.

Dos errores de bulto

Analizando las nuevas fotografías de los Reyes, encontramos, en la que aparecen los Soberanos en traje de calle, dos irregularidades impropias de un profesional del prestigio que debe tener el señor Virgili, a quien no tengo el gusto de conocer ni por su obra ni por su nombre. La primera que me llama la atención es ver a Don Juan Carlos, con la mano en el bolsillo del pantalón, antiprotocolaria, se mire por donde se mire. No la veríamos nunca en el príncipe Felipe de Edimburgo o en su hijo, el príncipe Carlos. Por tratarse de una chaqueta cruzada, de doble abertura, ofrece también una extraña visión de algo que cuelga por detrás y que es el faldón. ¿Y qué decir de la mano de Doña Sofía? ¡Ay, esa mano! que, por la posición desmayada sobre el brazo de la butaca Imperio, la sangre se acumula en las venas, ofreciendo un aspecto antiestético y envejecido que no tiene. Esos detalles no le hubieran pasado desapercibidos a un Cecil Beaton, un Lord Liechfield, un Lord Snowdon y, por supuesto, tampoco a Alberto Schommer ni a Silvia Polakov, autora de una preciosa fotografía de la Reina en la que la colocación de las manos es un prodigio de delicadeza femenina.

La única pasión en la que coinciden

Todo el mundo sabe, si no, yo se lo cuento, que Don Juan Carlos y Doña Sofía son, en todo, diferentes. Tanto en la forma de ser y de comportarse como en sus culturas. No sólo se aprecia en el tipo de lectura que cada uno prefiere sino y sobre todo en la música. Mientras la del Rey empieza por los cuplés y termina en las rancheras mexicanas, la de la Reina comienza en Bach. De ahí para arriba. No se cansa de oír El Mesías de Haendel. Pero existe una pasión común en ambos: la fotografía. A Don Juan Carlos se le puede considerar un buen fotógrafo. Como tal, colaboró, incluso, con los mejores del mundo en un libro sobre España. Una prueba de su calidad profesional es la fotografía de Doña Sofía, de la que es autor, y que aparece en la portada del libro La Reina, de Pilar Urbano. Su colección de cámaras fotográficas, entre ellas una Nikon que me cambió por una Leika-Flex (perdió en la transacción) es importante. Su hobby: fotografiar a los parientes, amigos y conocidos (si es en situación comprometida, mejor) y enviarles la foto.

Doña Sofía, que tiene la misma afición que su esposo, siempre que viaja lleva colgada del cuello, junto a sus numerosos collares, una camarita para captar todo aquello que le llama atención, sobre todo, seres humanos. Saben tanto de fotografías los dos, que difícil es encontrar a nadie tan importante como los reyes que colaboren y faciliten el trabajo de los fotógrafos que les acompañan en los viajes, algo que los profesionales de la cámara agradecen mucho.

CHSSSSS... A los auxiliares del juicio del 11-M debería exigírseles un mínimo de decoro en el vestir. Si no chaqueta, al menos corbata ... En los programas rosas de las televisiones, no sólo hacen caja los freakies sino también una ex de ministro y ex presidente del PP y la viuda de uno de los cómicos más queridos, respetados y admirados de España. La primera para comunicar la ruptura (¿de ida y vuelta?) de sus relaciones sentimentales y la segunda, dos días después de la muerte de su marido, bajo pretexto de rendirle homenaje ... ¿Qué fue de su novia que tanto protagonismo tuvo en aquellos trágicos y dramáticos días de su asesinato? ¿Por qué nadie se atreve a preguntar por ella? ... Quién es ese importante empresario, multimillonario él, que en un funeral corpore insepulto de su cuñado le sonó el móvil y se puso a hablar tan tranquilamente por él.

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