Domingo, 18 de marzo de 2007. Año: XVIII. Numero: 6300.
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Bianca Jagger también quiere salvar Hasankeyf
La ex modelo se une al movimiento para proteger el enclave kurdo, amenazado por una presa
MANUEL MARTORELL. Especial para EL MUNDO

La conocida activista por los derechos humanos Bianca Jagger se ha unido a la campaña internacional puesta en marcha por varias organizaciones no gubernamentales para salvar el enclave arqueológico de Hasankeyf, una ciudad kurda de Turquía que atesora restos de casi todas las civilizaciones mesopotámicas y que será sepultada por el pantano de Ilisu.

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Bianca Jagger se ha dirigido expresamente a la presidenta de Alemania, Angela Merkel, solicitándole que paralice la participación de empresas germanas en el consorcio turco encargado de la construcción, en el que también intervienen empresas austriacas y suizas.

Este embalse ocupará una superficie de 300 kilómetros cuadrados y, además de ocultar para siempre Hasankeyf, supondrá el desalojo de 200 pueblos y el desplazamiento de 80.000 personas. Hace 10 años, la retirada de los socios europeos, precisamente debido al impacto cultural y medioambiental del proyecto, paralizó la construcción del pantano. Ahora, varias ONG del Reino Unido, Alemania, Austria y Suiza se han unido al movimiento Hasankeyf debe vivir, puesto en marcha por organizaciones ecologistas turcas y kurdas para conseguir de nuevo la paralización.

Hasankeyf apenas tiene hoy 5.000 habitantes, pero en la Edad Media fue la última capital del reino fundado por Saladino, además de foco de expansión cultural y teológica. Arqueólogos e historiadores tienen constancia del paso por este lugar de las principales civilizaciones de la antigua Mesopotamia, comenzando por la asiria y los romanos, que lo convirtieron en plaza fuerte para frenar al Imperio Persa. Situada en un estratégico vado del Tigris en la Ruta de la Seda, también conserva los pilares de un puente del periodo Artukid -siglo XII- que, debido a sus dimensiones, debió de ser una de las obras de ingeniería más descomunales de toda la región.

Cuando la presa esté terminada, el nivel del agua llegará hasta la punta del minarete de la mezquita Ulu, uno de los dos templos musulmanes que se conservan en pie. Bajo las aguas, además de cuevas neolíticas y restos de civilizaciones aún por descubrir, quedará un valioso patrimonio cultural ahora visible y en su mayor parte correspondiente al periodo otomano.

El legado que se perderá incluye ruinas de iglesias cristianas, de madrasas (escuelas coránicas), un han (posada para las caravanas), el mausoleo de Zeynel Bey, del siglo XV, adornado con azulejos, y la tumba del imam Abdulá, que atrae todos los años a cerca de 30.000 peregrinos mahometanos. La fortaleza, encaramada sobre el acantilado y que dio el primer nombre a la ciudad -Rocaforte-, quedará aislada de tierra firme.

La actual campaña internacional se reavivó después de que el pasado mes de agosto el primer ministro de Turquía, Tayip Erdogán, colocara la primera piedra de la presa, pese a haber prometido conservar este emblemático lugar de la antigua Mesopotamia, reflejo de convivencia entre cristianos, musulmanes, kurdos, árabes, turcos y armenios.

Maggie Konayne, de la Universidad Nacional de Irlanda, que ha trabajado en las excavaciones arqueológicas, ha llegado a calificar a este y a los otros pantanos del Proyecto Anatolia del Sureste (GAP) de «arma de destrucción masiva cultural, según declaró al periódico The Times tras la reanudación del proyecto.

Otros rotativos europeos también se han hecho eco del problema, y ya en el año 1993, poco antes de que se paralizara por primera vez, un vecino de Hasankeyf declaró al enviado especial de EL MUNDO que en esta región había «al menos 10 lugares más idóneos para hacer el pantano pero ningún sitio mejor para borrar la Historia del pueblo kurdo».

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